De la serie de
los parásitos que contaminan y chupan del buen amor, he descrito recientemente,
y para el apartado de los amores adolescentes, el amor fugaz, o si se quiere
ese amor que no exige de la repetición, que no proclama el para siempre, que
no condena a la aventura amorosa a la obligada repetición, sino que se conforma
con el absoluto instante, pura vida.
Ya sé que eso va
contra las sosegadas formas de organización social que reclaman menos pasión
amorosa y más centrarse en la producción de bienes y servicios, es decir en
ocho horas de curro, dos de atasco y una de grandes almacenes cada día, más la
ración televisiva habitual . Y a ese
fin, los enamorados no tienen normalmente la cabeza donde la tienen que tener,
en el tajo. Stendhal lo advirtió muy gráficamente: el enamorado se despista
mucho, y en Del amor, que data de 1822, un clásico para estudiar el amor, dice
que los amores fulminantes proceden de "un secreto cansancio", cansancio de la
virtud, afirma, y cansancio del aburrimiento.
Sean o no fruto
de otro estado, el amor que se conforma con un ciclo corto, con un empezar y
acabar antes de que aparezcan los parientes con sus 'objetivos' juicios y
evaluaciones, o los ojos indiscretos de quienes se ven en la obligación de
meterse en la vida de los demás, los amores fugaces mantienen la estela del
deseo de vivir, de la intensidad de un vivir con las pasiones intactas, y sin
esperar demasiado de los otros.
Sólo así, sin
reclamar mucho reconocimiento, sin esperar que las cosas buenas duren mucho,
sin exigir constante reciprocidad al amado, sin la irresponsabilidad de quien
no puede explicarse a si mismo lo que le pasa, sólo así parece posible
construir un amor a la altura de unos tiempos que ahogan menos que esos remotos
tiempos en que se requería la venia de terceros.
No encuentro por mi biblioteca, espero hacerlo
de aquí al domingo, Memoria de mis putas tristes, esa genial novela de García
Márquez que finaliza con la expresión "morir de buen amor". Eso.
Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 11 de octubre de 2012.
NOTA: En la edición papel de DIARIO PALENTINO hay un 'lapsus', se comieron en la redacción la última palabra: Eso.
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