Una inmensa minoría
Los lapsus
son reveladores. Tuvimos uno en nuestra revista Análisis, 24, cuyo número hoy presentamos. Al transcribir la
Entrevista que hicimos junto a Diego Martín a Gustavo en Valladolid y que
publicamos, cometimos un lapsus
poniendo en boca de Gustavo Martín Garzo una cosa que él no dijo. Es en la
página 14, cuando ante nuestra observación de que en EEUU en 2050, se ha
escrito que únicamente quinientos norteamericanos habrán leído Ana Karenina, GMG responde que él no es
pesimista, que el mundo del libro no va a desaparecer, en sus palabras, lo cito,
“se sigue necesitando y esa minoría es una minoría mucho más influyente, es aquello
que decía Juan Ramón Jiménez de la inmensa mayoría”. Y ahí está nuestro lapsus: la inmensa minoría.
Nuestro lapsus se explica si se desprecia
el significado de oxímoron. Inmensa casa mejor con mayoría, mientras que las
minorías son sinónimo de poco no de inmenso.
Sin embargo es verdad que ser minoría no
es ser menos verdadero.
Quizá hoy estemos aquí, esta inmensa
minoría (que abarrota este recinto universitario, recinto que no se olvide, pertenece
a la Universidad de Valladolid, Campus Universitario de Palencia, en el año en
que se conmemoran los 800 años del minoritario Studium Generale o Universidad de Palencia, primera Universidad erigida en España y
una de las primeras de Europa, la Universidad del Trivium y el Quadrivium-),
estemos digo aquí con ese sentimiento de ser minoritarios.
Primero las
gentes del libro y de la cultura, los poetas, los escritores, los editores
presentes hoy aquí algunos. Minoritarios pero inmensamente necesarios.
Pero
segundo, los psicoanalistas, minoritarios frente al americano conductismo, en
expresión de GMG, minoritarios en su posición de dar la palabra al sujeto que
nos visita en al consulta para que despliegue sus propios significantes, sus
ideas, sus temores, sus recuerdos, la lógica que ha presidido sus decisiones en
la vida, su particular forma de enamorarse y de desenamorarse.
Minoritarios
frente a los que piensan que un niño hiperactivo tiene una lesión neurológica
crónica y precisa de medicación y pautas, especie muy extendida y en la que hoy
cree una mayoría de psicólogos y de asociaciones de padres, o frente a los que
catalogan de depresión la tristitia,
de la que por cierto esta mañana en Diario
Palentino hablaba GMG con este titular periodístico minoritario:
“Reivindicar la tristeza no es renunciar a la felicidad”.
Minoritarios
porque frente al tómate la píldora y calla o al autoritarismo conductista de ‘sigua
estas pautas sin rechistar’, los psicoanalistas seguimos el ejemplo freudiano
de renunciar al poder de la sugestión para autorizar a quien se analiza a
recorrer libremente los circuitos de sus historias y sus anhelos, libertad
difícil de tolerar cuando el pensamiento mayoritario indica que hay que decirle
al otro lo que tiene que hacer para ser feliz. Los psicólogos formados en ese
pensamiento conocen, al parecer, de primera mano, los caminos de la felicidad.
Esta crítica
a quienes han reducido el saber psicológico que emana de Freud y de su saber
escuchar –recordemos uno de sus asertos inolvidables en la época del club del lexatin generalizado: “No hay
medicamento más tranquilizador que unas pocas palabras bondadosas”– a ‘un
conjunto de obviedades y recetarios apresurados’, por citar a GMG.
Esto es lo
que de pronto nos ha unido. Un artículo titulado ‘nuestra pequeña mano’. Un
artículo, una columna de opinión publicada en EL PAIS en septiembre de 2007
donde Garzo comenzaba así: “¿Qué hemos
hecho de la psicología? Aquella delicada ciencia que exploraba el alma humana y
se preguntaba por el significado de nuestros sueños hoy día apenas es otra cosa
que un conjunto de obviedades y recetarios apresurados. Atrás parecen haber
quedado la insondable obra de Freud y su pregunta acerca de por qué nos
perturban nuestros deseos…”
Los deseos
nos perturban. Es cierto. Tanto como nos inquieta no tenerlos, habernos quedado
inapetentes, secos, congelados, o si se quiere tan llenos, tan autosuficientes,
tan pagados de nosotros mismos, tan completos y autoestimados, que no se
encuentra el retorno a la posición de deseantes. Los deseos nos perturban
porque no somos dueños de nuestros deseos. Podemos incluso llegar a querer y a
pedir cosas que no deseamos.
Por eso la
búsqueda de lo que realmente causa nuestro deseo es una larga tarea en un
psicoanálisis. Nuestra pasión es saber algo más acerca de eso que precisamente
GMG ha llamado nuestro ‘prodigioso mundo interior’. Y no es necesario rebuscar
en el fondo del fondo de nuestros archivos secretos. Con Lacan sabemos que lo
más escondido, lo más profundo de nosotros está justamente a flor de piel, en
nuestro lenguaje. Nuestros enunciados y nuestra enunciación nos delatan, y por
ello fijarnos en nuestros discursos, tanto en la intimidad, como en la vida
social, escucharnos al pie de la letra lo que decimos tanto como lo que callamos
debería ser lo que hicieran los psicólogos del futuro, por muy minoritarios que
se encuentren, con el estilo que le es propio a cada quien, sin protocolos
standarizantes, sin cuestionarios ni tests objetivantes. Sin reducir las
dificultades que conllevan las conversaciones entre dos al ejercicio de un
poder, tal y como Lacan recuerda que suele ser habitual entre los hombres.
Claudio Magris habla en El infinito viajar de cómo no retroceder
ante la diversidad del viaje y que ese es el punto de la inmoralidad del viaje,
cuando se clausura un viaje, -y un libro al igual que un psicoanálisis son
formas de viaje-, cuando nos damos la vuelta, porque lo que aparece no es del
orden de lo idéntico sino de lo diferente.
Así, con este número de Análisis, hemos querido plasmar la
diversidad de voces de los lectores de Garzo. Los psicoanalistas, los
escritores, los poetas, los profesores, los lectores de su obra han escrito tal
y como han querido y han buscado cada uno un punto a comentar de esa su obra.
Algunos han hecho un elogio y otros una diatriba, pero esta diversidad de
voces, este Uno por Uno que tantas veces repetimos los psicoanalistas para
expresar en la ciudad, una y otra vez, que cada uno de nosotros porta un tesoro
de inimitabilidad, un hueso duro de roer, un núcleo auténticamente original y
singular que hay que decodificar y no homologar ni clasificar ni exportar en
serie. Eso esperamos haya de ser nuestra contribución al progresivo aumento de
la atracción por la masa, el pensamiento único, la identidad única o el
borramiento de las diferencias. Recordemos a Caetano Veloso y su ‘de cerca
nadie es normal’.
Bien, Garzo es un escritor. Castellano.
Psicólogo de formación, y profesión que ha ejercido durante unos años. Escritor
y articulista, y poeta. Galardonado y reconocido.
El Premio Nadal de 1999 por su obra Las historias de Marta y Fernando fue el
más conocido, pero recordemos que es Premio Castilla y León de las Letras por
toda una carrera.
Es decir, como escritor Gustavo, como
nosotros los psicoanalistas y como los lectores, tiene problemas con el amor. Y
necesita fijarlo en la escritura. Como se recuerda en la Revista, en el
artículo “Hacia Eva” de Luis Marigómez, Garzo ha dado muchas definiciones del
amor a lo largo de sus libros, y muchas contradictorias. Una, ‘dos ladrones
robándose’. ¡Dos ladrones robándose! Otra, en boca de un personaje de su novela
La Soñadora, lo llega a calificar de
cepo, de engañifa, de gran y soberano fraude.
¿Cómo hacemos para no enamorarnos?
¿Podemos evitar el dolor que nos produce el amor? ¿Sus parásitos? ¿Se podía
evitar este encuentro con Garzo, entre un escritor que escribe ‘Nuestra pequeña
mano’, un texto amoroso, se podía evitar ese un guiño hacia nuestra práctica
cotidiana como continuadores de la obra de Freud y de Lacan? Se ve que no. Y
que la consecuencia es esta Revista que hoy presentamos.
Una Revista que se proclama de
psicoanálisis y cultura en Castilla y León, no ha podido sino contar con uno de
nuestros portavoces, portavoz de la gente que se enamora y que sufre, que
entristece, que ansía, que teme, -que como decía Unamuno ama, pace, se
reproduce y muere- y que puede porque sabe ser portavoz del pueblo y poner blanco
sobre negro el aliento del ser parlante.
Portavoz, como escritor, de una inmensa
minoría que cree que leer transforma la vida y que leerse transforma al ser que sufre.
Fernando Martín Aduriz.
Palencia, Casa Junco. Presentación de la
Revista Análisis, 21 de septiembre de 2012.
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