A la solitaria
mayoría silenciosa española le viene como anillo al dedo la estupenda frase del Diario de Londres de Lord Byron: «Únicamente salgo de casa para renovar mi
apetito de soledad». Es merced a esta mayoría que no dice nada, que calla y otorga,
que la cosa pública se conduce como se conduce en España.
Esta mayoría
silenciosa no dijo ni 'mu' durante la transición. Hizo mutis por el foro en los
ochenta y los noventa. Y ahora, que las cosas se ponen duras, y que muchos
alzan su voz, o salen a la calle a denunciar la ruina de un país, una gran
mayoría de conciudadanos ni se inmuta, siguen con ese silencio pertinaz que los
políticos de la transición, Adolfo Suarez a la cabeza, no cesaron de alabar,
otorgando al pueblo español, -así nombraban a este fenómeno de la mayoría
silenciosa-, la clave del éxito del cambio de régimen político. El sufrido
pueblo español.
Unamuno lo escribió
rotundo: "Me preguntas mi buen amigo si sé la manera de desencadenar un
delirio, una locura cualquiera sobre estas pobres muchedumbres que pacen, aman,
se reproducen y mueren", demostrando su desazón por la falta de espíritu,
justo lo que parece habitar a esa mayoría silenciosa que se agarra a ese su
silencio como a su gran tesoro, desconociendo el aserto de Don Miguel "la
vida es tragedia, y la tragedia es perpetua lucha, sin victoria ni esperanza de
ella; es contradicción".
Esta mayoría no
cree lo suficiente en la muerte y eso hace que siempre mire para otro lado, y
cultive su jardín, en silencio claro, ajena a la agitación reinante, a la
rebelíon, a la insumisión, a la lucha por cambiar las cosas. Una mayoría
silenciosa que desespera al revolucionario y al inconformista, pues ese espeso
silencio impide cualquier atisbo de cambio político. La noble tarea colectiva les
parece incompatible con el quehacer privado, y así esa mayoría de vecinos
silenciosos, algunos incluso vecinos ilustrados, cual pragmáticos yanquis, esperan
a ver.
A veces quisiera romper una lanza por esa ingente masa silenciosa, y
admirar su beatitud, comprender sus razones, intuir su hartazgo por los humanos
y por sus mentiras y sus violencias. Incluso ver elegancia en ese 'laissez
faire, laissez passer', al fin y al cabo, me digo, la inmensa minoría que
milita en la opinión pública ilustrada ya pone las palabras.
Pero no puedo. ¿Alguien sabe cómo hacerla
hablar?
Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 27 de septiembre de 2012. Columna 'Vecinos Ilustrados'.
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