lunes, 10 de septiembre de 2012

El sentido de las cosas



No encuentro mejor columna para comenzar el nuevo curso que titularla tal cual el último libro que ha escrito Antonio-Jesús Cruz de Fuentes, con ilustraciones de Guadalupe Picallo, y que me ha regalado este verano junto a una carta llena de amistad.
Y además si se trata de estar a la altura del epígrafe con que esta columna se presentra cada semana ante el amable lector de Diario Palentino, y desde hace ya diez años, 'Vecinos Ilustrados', no encuentro ciudadano palentino que mejor pueda ser definido como vecino y como ilustrado.
El sentido de las cosas, (Palencia, 2012) empieza así: "En el año 2010 y 2011 he conseguido ver impresos y distribuidos gratis a Bibliotecas Públicas dos obras mías, Los Plantagenet, y Juan de Gante, Príncipe de Inglaterra, las cuales son fruto de la necesidad que tengo a mis 97 años de edad, de no dejar que mis horas se aburran". Estas hermosas palabras demuestran el exacto punto en el que un escritor se presenta ante sus lectores.
Recordaré al lector de esta columna que Antonio-Jesús Cruz es un antiguo alumno del Instituto Escuela, de la Residencia de Estudiantes, estudiante en su Biblioteca desde antes del amanecer junto a otro estudioso, Miguel de Unamuno. Don Antonio ha tratado a los intelectuales de la generación del 27 y ha convivido con ilustres del siglo pasado como Gregorio Marañón a quien conducía en coche a Palencia para que actuara como médico de su familia. Don Antonio, vecino de nuestra ciudad, silencioso y humilde, estudiante de medicina a punto de acabar en el 36, empresario ejemplar de nuestra ciudad, que recibe y dialoga con Franco cuando éste viene a ver su fábrica a Palencia, lector incansable, patriarca de una gran familia, mantiene la estela de los grandes que crearon e hicieron algo grande en Palencia. Y sin salir en la foto.
Experto en fotografía, presenta en el libro una única foto, la de su mujer, Guadalupe Picallo, en el capítulo titulado "El destino", donde escribe lo que a mi juicio son las líneas más bellas que un enamorado puede dirigir a su amada: "En esta imagen aparece una muchacha que se acerca distraída a quien la está fotografiando. Va a levantar la vista, al oír el disparo de la cámara, y la va a cruzar con la del fotógrafo…Setenta y cuatro años más tarde, la muchacha, ya una ancianita, muere con sus manos enlazadas con las del anciano que la fotografiaba en su temprana juventud". Silencio, sólo cabe nuestro admirado silencio.

Publicado en DIARIO PALENTINO, el jueves 6 de septiembre de 2012.

No hay comentarios: