No encuentro
mejor columna para comenzar el nuevo curso que titularla tal cual el último
libro que ha escrito Antonio-Jesús Cruz de Fuentes, con ilustraciones de
Guadalupe Picallo, y que me ha regalado este verano junto a una carta llena de
amistad.
Y además si se
trata de estar a la altura del epígrafe con que esta columna se presentra cada
semana ante el amable lector de Diario Palentino, y desde hace ya diez años, 'Vecinos
Ilustrados', no encuentro ciudadano palentino que mejor pueda ser definido como
vecino y como ilustrado.
El sentido de
las cosas, (Palencia, 2012) empieza así: "En el año 2010 y 2011 he
conseguido ver impresos y distribuidos gratis a Bibliotecas Públicas dos obras
mías, Los Plantagenet, y Juan de Gante, Príncipe de Inglaterra, las cuales
son fruto de la necesidad que tengo a mis 97 años de edad, de no dejar que mis
horas se aburran". Estas hermosas palabras demuestran el exacto punto en
el que un escritor se presenta ante sus lectores.
Recordaré al
lector de esta columna que Antonio-Jesús Cruz es un antiguo alumno del
Instituto Escuela, de la Residencia de Estudiantes, estudiante en su Biblioteca
desde antes del amanecer junto a otro estudioso, Miguel de Unamuno. Don Antonio
ha tratado a los intelectuales de la generación del 27 y ha convivido con
ilustres del siglo pasado como Gregorio Marañón a quien conducía en coche a
Palencia para que actuara como médico de su familia. Don Antonio, vecino de
nuestra ciudad, silencioso y humilde, estudiante de medicina a punto de acabar
en el 36, empresario ejemplar de nuestra ciudad, que recibe y dialoga con
Franco cuando éste viene a ver su fábrica a Palencia, lector incansable,
patriarca de una gran familia, mantiene la estela de los grandes que crearon e
hicieron algo grande en Palencia. Y sin salir en la foto.
Experto en fotografía, presenta en el libro una única foto, la de su
mujer, Guadalupe Picallo, en el capítulo titulado "El destino", donde
escribe lo que a mi juicio son las líneas más bellas que un enamorado puede
dirigir a su amada: "En esta imagen aparece una muchacha que se acerca
distraída a quien la está fotografiando. Va a levantar la vista, al oír el
disparo de la cámara, y la va a cruzar con la del fotógrafo…Setenta y cuatro años más tarde, la muchacha, ya una ancianita, muere
con sus manos enlazadas con las del anciano que la fotografiaba en su temprana
juventud". Silencio, sólo cabe nuestro admirado silencio.Publicado en DIARIO PALENTINO, el jueves 6 de septiembre de 2012.
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