lunes, 9 de julio de 2012

Felicidad tonta

Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada. Tolstói lo dejó así escrito al comienzo de su 'Ana Karenina'. Lo cual no parece haber servido a quienes siguen pensando que es posible la felicidad en masa, vía consejos para todos, vía píldoras de la felicidad, vía libros de autoayuda, vía múltiples prácticas destinadas a enseñar a ser felices. Cabe preguntarse si un programa educativo debiera enseñar a buscar la felicidad. O si produciría mejores efectos el desalentar de tener en el horizonte de las personas la conquista de la felicidad, por usar el título del libro de Bertrand Russell, que hablaba de 'conquista'. Quizá convenga replantear todo esto. Quizá sea más interesante convencer de que puede ser mejor que buscar la felicidad, simplemente buscar 'lo común', el encuentro común, la empresa en común, el buen lazo social, la alegría socializada, los proyectos solidarios, la inteligente cooperación, los pequeños signos de amor. Quizá todo más interesante que este individual abuso de buscar la felicidad personal cueste lo que cueste. Siempre me viene a la memoria Flaubert cuando decía que “ser estúpido, egoísta, y estar bien de salud, he aquí las tres condiciones para ser feliz”. Lo evoco cuando pienso en los ejemplares ciudadanos, muchos de otros tiempos, que dedican su vida al cumplimiento del deber y al servicio a los demás. Preguntarles si su brújula apuntaba a la felicidad es faltarles al respeto. Jamás les importó nada que no fuera el volcarse en los otros. Un programa educativo, un buen plan de ciudad podría incluir implícitamente la tarea de conseguir ciudadanos que no se reconocieran en las palabras del comienzo de 'Ana Karenina', porque no entendieran de familias felices o infelices, dado que su finalidad nunca hubiera sido conquistar la felicidad. Además, el vano esfuerzo de la pelea por la absoluta felicidad tiene siempre la sombra de un goce irreductible que lo impide, una compañía con la que viajamos y con la que nos encontramos cada feliz atardecer. Mejor no pretender ser individualmente felices. No sin los otros. Esa felicidad personal no viaja sola. Esa felicidad y su corolario, la tontería, viajan juntas. En clase turista. Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 5 de julio de 2012.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La cordura y la felicidad son una combinacion imposible
Mark Twain

Peatón dijo...

Non hay mejor vida que la del pobre si tiene pan que le sobre.

Juan March, banquero.