Sabemos del poder creador del lenguaje desde Lacan, sabemos de los 'juegos
del lenguaje' desde Wittgenstein, sabemos que el lenguaje 'hace' desde Austin,
pero lo que no sabíamos es el extremo cuidado de nuestros gobernantes por
mantener vivo a Guillermo de Ockham. No quieren entrar en debates nominalistas,
no hay conceptos universales, dicen, hay ‘nombres’.
Ocurre que algunos ‘nombres’ son tabú. Cada gobernante tiene sus ‘nombres’
innombrables. Zapatero tenía aversión a pronunciar el ‘nombre’ crisis. Durante
un tiempo prefirió usar otros como desaceleración. Rajoy no quiere proferir el
‘nombre’ rescate, usa ‘linea de crédito’ y, lo que me cautivó del todo, usa ‘lo
de ayer’, así, en plan sintagma.
Que conste que entiendo a los dos, no les reprocho nada, al contrario, embuídos
como están de ese síndrome que lleva como nombre el Palacio de marras, ya no
pueden sino nombrar como nombran.
'El modo de actuar humano común es el sistema de referencia por medio del
cual interpretamos un lenguaje extraño' decia el lógico Wittgenstein cuando
mostraba lo necesario de la referencia cuando visitamos otro país con otra
lengua. Un amigo que estaba el sábado pasado en Oporto me contó que en medio de
la atmósfera portuguesa y la pasión por el fútbol, con dos horas de previo
antes del partido Portugal-Alemania, con banderas por todos los lugares, con
una expectación máxima, y de pronto, y en medio de la retransmisión televisiva
a cargo de la principal cadena portuguesa, he aquí que se suspende la emisión
para anunciar una noticia extraordinaria: ‘España es rescatada’. Y después el
debate político. Así nos interpretaron nuestros vecinos, así nombraron ‘lo de
ayer’. Es el nombre de la comunidad internacional para referirse a 'lo de
ayer'.
Ahora bien, nada para explicar ese ‘lo de ayer’ de nuestro Presi como un cuadro
de Magritte. Su título es conocido 'La traición de las imágenes (Esto no es una
pipa)'. En él se ve una pipa y debajo una inscripción en francés : ‘ceci n’est
pas une pipe’.
En el fondo toda esta magia positiva, todos estos malabares con el
lenguaje, todo este conjuro supersticioso nos viene bien a todos. A ver si poco
a poco acabamos de convencernos de una vez por todas que la realidad no existe.
Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 14 de junio de 2012.
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