Imaginar a los adolescentes en su guarida en tanto adultos, no es difícil
para los que ya hayan superado esa etapa y se encuentren en otra. Pero aún lo
es menos para quienes aún permanecen en eso que se ha llamado la adolescencia
prolongada. En este sentido no deja de resultar llamativo que los adultos,
-sean padres, profesores, psicólogos, incluso responsables políticos- que más
tiempo han permanecido durante su propia adolescencia en sus respectivas
guaridas sean quienes más muestren su pregunta por qué es lo que harán allí,
incluso demanden vigilancia.
Ya sea en los escondites secretos, ya sea en las cabañas, en las peñas, y
en los rincones extraños de la ciudad, o en los específicos lugares de juego,
todos esos espacios son el refugio que los adolescentes buscan como
tranquilizadores. Y con el requisito casi único de permanecer ocultos a la
mirada del Otro. Son los lugares en los cuales se va a desplegar la propia
manera de insertarse en la vida social, son la necesidad viva de ir ganando
tiempo para acomodar el cuerpo y el pensamiento en evolución a lo que se les
pide como novedoso en su actitud y en su comportamiento.
Y hoy, hay nuevas guaridas, como nos enseñan los hikikomoris, las pantallas
permiten un nuevo modelo de refugio. El tiempo que se pasa en ellas, mirando,
chateando, viendo fotos, conversando, oyendo música, viendo películas, es un
tiempo adolescente cuando es usado para no avanzar, sino para dar vueltas en
redondo. Y ese tiempo, no se olvide, hoy se prolonga como nunca antes en la
historia de la humanidad hasta edades increibles. Podemos reconocer
adolescentes por la vestimenta, por el exceso de acción y de activismo y el
escaso paso al acto, lo que los iguala a los políticos asustados por el moderno
tirano que es la opinión pública. Pero nos cuesta rconocer usos adolescentes en
esos adultos que se esconden en las modernas guaridas que son las pantallas
adonde buscan lo que en su vida real no encuentran, ora amor, ora amistad, ora
el seguir desplegando fantasías. La adolescencia generalizada seduce.
Permanecer a la espera, al resguardo, sin saltar al
escenario real es seductor para demasiados adultos, que no dan el paso. Una madre me contó muy contenta que su hijo adolescente se había apuntado al partido comunista, apuesta por el asociacionismo, salir de la
guarida. De lo contrario, la ciudad vacía.
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