jueves, 26 de abril de 2012

San Marcos


Tengo un recuerdo muy especial del Parque del Sotillo palentino los días de San Marcos.
Creo que los palentinos de toda la vida, -los llamados PTV- han disfrutado desde niños de ese despliegue de manteles en el suelo, de abuelos, de tortillas con chorizo y de caracoles. Así transcurrían los días en la Palencia de los sesenta, con la calma chicha de las costumbres ancestrales.
Cuando estudié el efecto Zeigarnik, un asunto que si bien hoy apenas interesa, en su día consumió mucha literatura, dado que se estudiaba por qué recordamos lo que ha fallado más que lo que ha sido un éxito, pensaba en mis recuerdos de infancia y asomaba el Parque del Sotillo las tardes del 25 de abril. Ese pantallazo evocador me demostraba que nada de la memoria era ajeno a la subjetividad. Zeigarnik y San Marcos estaban unidos en mi memoria semántica.
No hay nada más caprichoso que nuestros recuerdos. ¿Por qué olvidamos lo que nos place? ¿Por qué no logramos evocar determinada calle, determinada ciudad, determinado nombre? ¿Por qué cuando más lo necesitamos se nos olvida un dato esencial que nos hace falta?
Es la doble cara de las reuniones de amigos. Que apetece encontrarse con los compañeros de pupitre y de adolescencias. Pero que tememos que nos evoquen aquel desliz donde hicimos el ridículo más espantoso.
Es la doble cara de las reuniones familiares. Que nos traen episodios que ya habíamos logrado olvidar, como esa travesura infantil, o esa salida de tono.
Es la doble cara de nuestra vida de pareja, que puede testimoniar de nuestros excesos tanto como de nuestras fallas.
Es la doble cara de nuestros antiguos profesores, que cuando ha pasado el tiempo y nos les volvemos a encontrar todo parece irreal, de otro tiempo. Y no sabemos cómo tratarlos. ¡Podrían decir tantas cosas de nuestra soberbia ignorancia!
Es la doble cara de nuestra ciudad natal. Que no puede ocultarnos los vestigios de nuestra infancia. Y que cada vez que un 25 de abril pasamos por el Parque del Sotillo sabemos que va a aparecer una ristra de caracoles y tortillas rodeados de una cohorte de tíos, primos, vecinos y conocidos, todos saludándose y todos risueños. Y nada de Mp3, a pleno pulmón. Y los rostros felices de nuestros abuelos extendiendo el mantel en el suelo. 
¡Con qué poco éramos felices! No habría que olvidarse de los significantes Sotillo y San Marcos.


Publicado en DIARIO PALENTINO, el jueves 26 de abril de 2012.

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