Tengo un recuerdo muy especial del Parque del Sotillo palentino los días de
San Marcos.
Creo que los palentinos de toda la vida, -los llamados PTV- han disfrutado
desde niños de ese despliegue de manteles en el suelo, de abuelos, de tortillas
con chorizo y de caracoles. Así transcurrían los días en la Palencia de los
sesenta, con la calma chicha de las costumbres ancestrales.
Cuando estudié el efecto Zeigarnik, un asunto que si bien hoy apenas
interesa, en su día consumió mucha literatura, dado que se estudiaba por qué
recordamos lo que ha fallado más que lo que ha sido un éxito, pensaba en mis
recuerdos de infancia y asomaba el Parque del Sotillo las tardes del 25 de
abril. Ese pantallazo evocador me demostraba que nada de la memoria era ajeno a
la subjetividad. Zeigarnik y San Marcos estaban unidos en mi memoria semántica.
No hay nada más caprichoso que nuestros recuerdos. ¿Por qué olvidamos lo
que nos place? ¿Por qué no logramos evocar determinada calle, determinada
ciudad, determinado nombre? ¿Por qué cuando más lo necesitamos se nos olvida un
dato esencial que nos hace falta?
Es la doble cara de las reuniones de amigos. Que apetece encontrarse con
los compañeros de pupitre y de adolescencias. Pero que tememos que nos evoquen
aquel desliz donde hicimos el ridículo más espantoso.
Es la doble cara de las reuniones familiares. Que nos traen episodios que
ya habíamos logrado olvidar, como esa travesura infantil, o esa salida de tono.
Es la doble cara de nuestra vida de pareja, que puede testimoniar de
nuestros excesos tanto como de nuestras fallas.
Es la doble cara de nuestros antiguos profesores, que cuando ha pasado el
tiempo y nos les volvemos a encontrar todo parece irreal, de otro tiempo. Y no
sabemos cómo tratarlos. ¡Podrían decir tantas cosas de nuestra soberbia
ignorancia!
Es la
doble cara de nuestra ciudad natal. Que no puede ocultarnos los vestigios de
nuestra infancia. Y que cada vez que un 25 de abril pasamos por el Parque del
Sotillo sabemos que va a aparecer una ristra de caracoles y tortillas rodeados
de una cohorte de tíos, primos, vecinos y conocidos, todos saludándose y todos
risueños. Y nada de Mp3, a pleno pulmón. Y los rostros felices de nuestros
abuelos extendiendo el mantel en el suelo.
¡Con qué poco éramos felices! No habría que olvidarse de los significantes Sotillo y San Marcos.
Publicado en DIARIO PALENTINO, el jueves 26 de abril de 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario