viernes, 24 de febrero de 2012

Una pintada

En una tapia de una fábrica de nuestra ciudad aparece una pintada que descubrí una mañana mientras corría. La primera vez apenas entendí nada, pero ya me llamó la atención y sólo recuerdo que me hizo sonreir; la segunda y tercera vez me sorprendió por su grandiosidad; después me interesó por unas enigmáticas siglas; finalmente la semana pasada pude asistir al espectáculo de un anciano que sentado en un banco, justo en medio de la pintada, en lo mejor de un atardecer de este soleado invierno palentino, me animaba con la cachaba a seguir corriendo. No pude sino parar y hacer una foto, al anciano y a la pintada.
La pintada reza: "Tú y yo a 3MSC siempre. Eres la princesa de mis sueños encantados". Confesaré al lector que, en mi torpeza, traduje las siglas así: 'tú y yo a tres menos cuarto siempre'. Tenía su lógica, no me lo negarán, porque estar a tres menos cuarto es estar muy muy juntos, ser Uno, que dirían los filósofos. Y supuse que el enamorado quería remarcar esa idea de no ser dos, separados, distintos, idea muy cara a la literatura amorosa.
Cuando me atreví a contar esto, mi hija me advirtió, no sin jocosidad, que la traducción verosímil es otra: 3MSC quiere decir, 'a tres metros sobre el cielo', y es el título de una novela del italiano Moccia, escrita en 1992, que recientemente ha sido llevada al cine con gran éxito de taquilla. Al parecer se trata de una historia de amor entre adolescentes.
Como quiera que aprendimos con Lacan, que sólo el amor permite al goce condescender al deseo, no es mala cosa que los adolescentes vivan historias de amor, lo que les permitirá limitar el goce y aceptar la espera, esto es, armar suficientemente el deseo, o si se quiere, ser deseantes y no ir de sobraos. E incluso puede que sobrellevar heridas de amor, lo que los tornará más humanos y menos codiciosos.
Hace unos años, algún mes solía pasear por el Pont des Arts en París, y leer algunos "candados de amor", inscripciones de parejas de enamorados con su nombre en un candado y que se ataba a la valla de hierro del puente. Como en la pintada palentina, el candado parisino es la fiel demostración de que los enamorados necesitan publicitar su amor, o también, necesitan de la escritura, o también, necesitan testigos.

A los vecinos lectores-destinatarios de esa pintada, saber que aún existen las princesas de los sueños encantados, no nos viene nada mal. Si logran por un instante llevarnos a las nubes. A 3MSC.

Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 23 d febrero d 2012, columna semanal 'Vecinos Ilustrados'

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