jueves, 6 de mayo de 2010

Secretos de adopción

El lapso de tiempo vivido previo a una adopción es un tiempo lleno de secretos. De enormes secretos sepultados bajo el manto del olvido. Secreto insondable para el propio niño adoptado, que acaba por olvidarse de esa etapa previa a conocer a sus padres adoptivos.

Estos secretos funcionan a nivel individual como los secretos colectivos. En España a fuer de pretender olvidar lo sucedido en el trágico y convulso siglo XX y circular por la transición tuvimos que hacer otro tanto: olvidar. Pero lo reprimido retorna, y hoy, como sucede también a nivel individual hay que enfrentarse a la propia historia, hay que saber, hay que tener memoria histórica, encarar lo que sucedió, ayudar a quienes sufrieron, reparar el daño moral, no engañar a los jóvenes que desean saber la verdad. En esto ayuda mucho leer libros, aunque ya sé que es un poco molesto.

El niño adoptivo, pues, se olvida hasta del idioma que fue el suyo al comienzo de su encuentro con el lenguaje. Contó una psicóloga infantil el otro día, en un seminario dedicado a adopciones, la historia de un niño que se encerraba en un armario para seguir hablando en su idioma natal. Sólo hablaba en esa situación. Esa duplicidad, sostener esas dos filiaciones, mantener el recuerdo de otra historia, se demuestra también en el hecho de tener que celebrar dos cumpleaños, el del nacimiento y el de adopción. Desde luego que sólo uno por uno podemos comprender la singularidad de cada historia, pero los elementos comunes en los niños que son adoptados son tantos que invita a pensar un funcionamiento homologable. Es seguro que siempre entra en juego la figura del secreto. Y qué difícil es acceder a ese secreto.

El historiador entra a fondo en los secretos colectivos, desempolva viejos legajos, descubre documentos inéditos, accede a lo olvidado por todo un pueblo. Y sus efectos son a veces convulsionantes para todo un colectivo, cuando se ha fabricado una historia incompleta, o se ha narrado una parte de los hechos. La verdad nunca es rectilínea sino poliédrica.

La pregunta es cómo detenerse ante la verdad cuando un colectivo no está preparado para aguantar tanta verdad, cuando la herida no ha cicatrizado. Del mismo modo que muchos niños no pueden recibir sin exceso de sufrimiento la verdad acerca de sus orígenes, de sus primeros encuentros, de su pasado. Hay que calcular con prudencia antes de levantar secretos inconfesables para uno mismo. Y atreverse a saber.

Artículo publicado en DIARIO PALENTINO, el jueves 6 de mayo de 2010.

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