martes, 16 de marzo de 2010

Epidemia silenciosa

La guerra más desconocida o una epidemia silenciosa han sido el titular más repetido en la prensa para explicar el fenómeno misterioso del que nadie habla. Por fín parece que las cifras estadísticas son un clamor y esa epidemia que se está llevando por delante a más gente que el SIDA o las guerras o el terrorismo en el mundo, puede tener la oportunidad de ser investigada, debatida, puesta de relieve, incorporada.

En España ya es la principal causa de muerte no natural. Ha superado en el triste ranking a los accidentes de tráfico, y sin embargo la atención social, económica y política que se le presta es nula comparada con ellos, a quienes se les han dedicado ingentes cantidades de medios y una publicidad tan amplia como un reguero de normas y prohibiciones, multas y demás artificios, todo ello buscando el bien común de reducir la siniestralidad en la carretera.

Pero los medios que empleamos para combatir esta epidemia -silenciosa, enigmática e innombrable- son ridículos.

Lo peor no es el tabú que le da consistencia, ni la dificultad de sortear el efecto copia o simpático que hace que no aparezca en los titulares periodísticos por temor al contagio.

Dando por sentado que el principal responsable es el autor, y que no hay más autorías, lo peor, a mi entender, es que esta epidemia silenciosa innombrable pone de manifiesto la absurda muerte de la clínica de la escucha y su paulatino desmontaje y sustitución por la clínica de la mirada. La primera, enmarcada en la gran tradición clásica psicopatológica, que antes desplegaban tantos y tantos profesionales formados en la conversación con los enfermos que sufren, ha dado lugar a la segunda, donde prima la evaluación, los protocolos, los manuales clasificatorios, la píldora, la biología aplicada, los ejercicios de relajación o los cursillos de aprendizaje, y palabras como autoestima o habilidades sociales. Hay una aplastante carestía de nuevos profesionales jovenes duchos en el arte de leer mínimamente los signos previos de un pasaje al acto, su diferencia con el 'acting-out' en el impulso autodestructivo, lo que nunca hay que decir, lo que hay que saber callar, o que no confundan una estructura psicopatológica y un simple fenómeno a ubicar en una de ellas.
¿Los remedios que nos van a vender? Más protocolos, y planes de prevención. Lo que hay que cambiar son los planes de estudio. Menos estadística y más clínica. Escuchar, y no evaluar.

Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 11 de marzo de 2010.

3 comentarios:

Miguel A. Paniagua dijo...

Fernando, no se si he vuelto a beber, o es que no aparece el nombre de la epidemia silenciosa. Aunque quizá esté implícito y no haya sido capaz de captarlo. O no importa cual sea, el artículo va de otra cosa, de mirada y escucha. He leido varios artículos y hablan de la ansiedad, la depresión, las alergias, la diabetes, con cual me quedo?. Disculpa mi ignorancia.

FERNANDO MARTÍN ADURIZ dijo...

Miguel Angel sabes qué pasa, que a lo que se ve ese pacto de los medios para no publicar nada en lo referente al suicidio parece no haber contribuido a su crecimiento paulatino. Y por eso hago un guiño a no mencionarlo pero si que hablo de ello. Creo que hay que empezar a hablar de ello y a luchar contra los responsables de la salud mental, funcionarios pagados de si mismos, infatuados que atienden a la gente y no la escuchan porque prefieren evaluarla con cuestionarios y medicarla con pildoras. Y no se coscan de que no es lo mismo un acting-out que un pasaje al acto: porque son conductistas!!

Miguel A. Paniagua dijo...

Dos preguntas Fernando, si me permites:
¿En los estudios de Psicología se sigue destacando la visión conductista?
¿Creéis los especialistas, que además de los problemas mentales propios de un paciente, nuestra forma de vida y nuestros valores, acrecientan el riesgo? ¿Se trabaja algo por esa línea?
Gracias.