lunes, 8 de marzo de 2010

Cenaoscuras

Es sabido que no conocemos toda la riqueza de nuestra lengua castellana. Esconde tesoros que nos sorprenden de continuo. Uno de esos hallazgos, cenaoscuras, irrumpió hace unos días en medio de un diálogo con alguien avezado en el arte del autodefinido.

Sencillamente no podía creerme que pudiera definirse mejor un tipo especial de actitud vital cuyos contornos son muy claros, cuya luz es especialmente molesta para el trato social, y cuya chistografía es abultada. Es esa actitud de quien sufre al dar. Es más, que sufre cuando se le pide, que detesta que se le pida y paradójicamente, a la vez, suplica que se le pida. El circuito necesario para evitar dar es tan laberíntico, que los próximos le recomiendan entregar la pieza, ser espléndido en suma, ceder. Todo ello preferible a sufrir por dar, poner excusas, escapar, ausentarse, evanescerse en unos casos de cariz pasivo, o bien pelear, replicar, denunciar, en los de cariz activo, acciones todas ellas más costosas a la larga. Pero no. El cenaoscuras se ve llevado, atropellado por una fuerza interior irresistible, histórica, a veces generacional, con largo aliento de cosas aprendidas desde la cuna, o marcadas por las contingencias de la carencia, y el temor a perder.

Un cenaoscuras es una desgracia como otra cualquiera. El envés de quien vive con alegría y sin cálculo la existencia, el reverso del generoso sin escarmentar, -y que no escarmiente por favor. Un poblado de cenaoscuras, una región de cenaoscuras, un país de cenasocuras, todos apegados al hedor de sus restos, al perfume de sus escombros, agarrados al tener, despreciando el ser, sólo nos conduce a un horizonte miserable.

El agarrado habitual, el cenaoscuras, es una figura muy repartida en cualquier distribución por sexos, edades, ascendencias. Armado de una lógica infantil aplastante: si das te quedas sin ello, elude el pago, el que sea, incluso -lo que despierta sospechas-, el insignificante, el ridículo. Identificados al objeto, amantes de la suma, seriación, archivo y recuento de objetos, y no se olvide, del reciclaje, pues nada ha de tirarse, dado que si algo se tira, algo de ellos se dilapida, ellos mismos se evaporan. Aferrados así a lo que creen tener, acaban siendo propiedad de sus posesiones.

Un cenaoscuras es un cerracatín. Un tiñoso. Un amarrado, un pirquiñero. Un chuchumeco. Es decir, un tacaño.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Bonito palabro... bueno, curioso.
Le devuelvo otra: conticinio.
Saludos, Don Fernando

Fdo.: Jesús Robles