jueves, 22 de octubre de 2009

Minorías lectoras

Invito desde esta columna a sus lectores habituales a participar en una jornada de lectura diferente. Será mañana viernes por la tarde en el Colegio de Médicos. Verán los detalles en la agenda. Nos quejamos demasiado en nuestra ciudad de ciertas carencias, pues no demos demasiadas excusas, al menos quienes no hayan perdido el gusto por leer.

Hablarán lectores de un libro muy singular, su propio inconsciente, y de los efectos de esa lectura en sus vidas.

Desde luego ese viaje no lo hicieron en solitario, pues conviene recordar que nadie es un libro abierto ni para si mismo ni para los demás, sino que para la ocasión se hacen acompañar de un Otro que puntúa la lectura. Pero de ambos viajeros, analista y analizante unicamente hablará éste último.

Si mi memoria no falla es la primera vez que en nuestra ciudad se propone un ejercicio así: dar cuenta pública de una investigación privada, y acaso incluso íntima. Tenemos una ocasión, calculo que única, es decir, algo que no se repetirá tan fácilmente por estos lares, de escuchar los efectos que a veintidós ciudadanos lectores les ha supuesto su paso durante una temporada por un diván. La referencia es de las películas, pues la cultura ha tomado para sí justamente la pregunta por lo enigmático, y a la vez claro, del discurso inconsciente y los dispositivos inventados para escucharlo.

Hoy puede ser oportuno preguntarse qué es leer. Y saber si se ha superado la etapa en que analfabeto era quien no sabía las letras del abecedario. Quizá atravesemos una nueva etapa y constatemos que la lectura es un ejercicio social, colectivo. Por eso interesa comunicar lo que leemos.

En realidad toda lectura es interpretativa, pues el lector está implicado con su propio filtro para dar sentido a lo que lee. No hay lectura neutra por tanto. Por lo que el analfabeto de nuestra época sabe leer y escribir. Otra cosa es saber cómo entiende e interpreta lo que lee. Y ahí nos topamos con agentes intermediarios inquietantes que orientan las lecturas. Y el resultado es el que es.

Por ello recurrir a la expresión minorías lectoras puede ser un recurso. Una posibilidad para acudir al ágora de otro modo: saber si las minorías pueden perder el miedo a reconocerse como tal, y sumar a más y más vecinos ilustrados a proyectos varios y diferentes de hacer ciudad. Este viernes veremos públicamente los efectos de una lectura de ese libro de única tirada que es nuestro inconsciente. Continuará.


ARTÍCULO publicado en DIARIO PALENTINO, el jueves 22 de octubre de 2009.

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