jueves, 14 de mayo de 2009

Evaristo



No discrepo de María Zambrano cuando dice que se escribe para defender la soledad en que se está. Tras entregar una columna, cada semana, -desde hace años-, me olvido y empiezo a pensar en la siguiente. Pero los ecos me suelen llegar por diversas vías. Los adelantos y las innovaciones de la edición digital permiten, por otro lado, recibir comentarios por escrito. La interactividad de una web, y más la de un medio de comunicación, constituye uno de esos avances que nos permiten mantener la ficción de que nos comunicamos, ficción que hay que alimentar para la buena armonía social. Y es así como la semana pasada encontré en la edición digital de Diario Palentino el comentario de un tal Evaristo.

El tipo, muy agudo, dejaba escritas unas líneas debajo de mi firma. Unía así mi recuerdo de esa columna, que por cierto escribí con emoción, y a la que dediqué un montón de tiempo para pulirla como se merecía el ilustre personaje de quien hablaba, unía esa memoria al de un nombre, Evaristo, que ya no olvidaré.

Porque el tal Evaristo, seudónimo o anónimo, da lo mismo, tras despacharse desinhibido y dedicarme un par de epítetos, uno prestado por mí y el otro de su profundo pensar, concluía con un ‘anda calamar’, que me evocaba otros sutiles comentarios habituales por estos lares de los Evaristos de turno.

Evaristos que no se andan con finezzas. Les da igual que tras meses de trabajo de comisiones científicas, de peleas para traer a Palencia cosas, un coloquio internacional, un buen conferenciante, o lo que sea, ello se ven llamados a comentarlo. Ora escriben una Carta al Director, donde el Evaristo de turno puede dar a todos muestras claras de su confusión como fue el caso de un tipo que con sus opiniones elogiosas pero repletas de lío dejaban en el aire un perfume de debilidad, cuando aquel fin de semana de enero habíamos asistido a un ejercicio de debate intelectual de altura, ora se permiten formular la pregunta ingeniosa al conferenciante experto, quien, atónito, desconocía hasta ese momento cómo se las gastan en la Costa del tabón y en las pequeñas provincias de la España profunda, ora como es el caso de mi Evaristo de la semana pasada, puede comentar sin miedo la columna y calificar al columnista. Si se trata de emborronar cualquier asunto, si se trata de desanimar a convocar nada, si se trata de hacer palidecer ante el páramo desierto de vida intelectual que nos rodea, si se trata de animar al exilio, he de decir que poco a  poco lo consiguen. Siempre escuché que nuestra ciudad, según me explicaban, rebosante de bilis recocida a fuego lento durante generaciones, quemaba cualquier intento de hacer nada, fuere lo que fuere, que la habladuría hace trastabillar a cualquier proyecto, por más bienintencionado que sea. Y que esto no da para más. Que muchos antes salieron pitando al comprobar la atmósfera reinante. La Palencia del famoso paseo de Gardel y Alberti. La Palencia del frío del que hablaba en sus cartas desde la cárcel un Miguel Hernández.

Si este es el público al que se dirigen nuestros anhelos, si el único interlocutor de nuestra participación en la vida de la ciudad es el bueno de Evaristo, de verdad, y sin que se enfade, que es cariñoso, mejor optar por nuestra biblioteca. Prefiero a Montaigne, a Lacan, a Márai y a Magris. Incluso a Larsson, hombre. Evaristos no, gracias.

Eso sí, mi Evaristo consiguió concitar mi interés para impedir que no se fuera de rositas, que era lo que secretamente buscaba: le recordé que no había ni una sola idea en su comentario, y que por tanto, Evaristo e ideas son oxímoron. Encajó deportivamente, hay que reconocerlo, y en el siguiente comentario y tras un elogio a mi reacción, me espetó que lo del oxímoron, contradictio in terminis, por mi parte, había sido más cruel que su ‘calamar’.

Da igual quien sea Evaristo. Sus enunciados son creíbles y verosímiles, se aproximan a lo que piensan los Evaristos que nos rodean, agazapados para poner ellos también su firma en cualquier debate, para opinar de lo que otros escriben, para juzgar a los emprendedores, a los que empujan, a los creadores y a los que animan asociaciones, iniciativas o lo que sea. Ellos son la razón de tantos y tantos abandonos de gentes ilustradas que amaron Palencia pero acabaron agotadas de tanto rumor, de tanta mirada recelosa. Y hoy son nuestra diáspora. Y mañana la diáspora palentina de nuestros jóvenes, de los mejores, que de aquí saldrán. Huyendo de los Evaristos, que como mostró Zambrano, nos empujan a escribir para defender nuestra soledad.

Publicado en DIARIO PALENTINO, el jueves 14 de mayo de 2009.

     

8 comentarios:

Anónimo 7 dijo...

No se preocupe, por cada Evaristo hay dos que "escuchamos" en silencio (le aconsejo que se instale el google analytics y mire a ver cuántas personas leen su blog, eso le dará una idea más 'real' de lo que significa su palabra. Ya se sabe: "Uno no es lo que dice").

FERNANDO MARTÍN ADURIZ dijo...

Bien, le agradezco . Y le haré caso
Cordialmente FMA

Anónimo dijo...

Cuando leí el artículo sobre Hervella la semana pasada pensé escribir aquí... ¿para cuándo un libro que recoja los escritos semanales en el DP de FMA?, porque me pareció uno de esos que están escritos sobre todo de, y con, el corazón, que conmueven, que no pasan desapercibidos...
Ahora no vuelvo a dejarme invadir por la pereza y lanzo de nuevo esa pregunta a la que quiero añadir mi apoyo para que siga escribiendo desde su imprescindible "no saber".

Jesús Robles dijo...

Una vez alguien me llamó pedante y pretencioso por utilizar la palabra "ágrafo" en un escrito. Uno, herido en su orgullo y dolido por la actitud del crítico, preguntó algo como: "Oye, ¿qué fue lo primero que hiciste cuando leíste la palabra ágrafo: sumergirte en la búsqueda en el diccionario o tildarme de pedante y pretencioso?". Yo, cuando leí ese término por primera vez levanté mis posaderas para acudir raudo al diccionario. Uno asume que la ignorancia no es "no saber", más bien es un "no querer saber". El que tilda de pedante o pretencioso a otro suele olvidarse de mirar antes su ombligo y ver que,la suya, es una actitud ignorante.
Quiero decir que hay un problema de actitud ante lo ilustrado, por muy simple que sea su manifestación. Siempre es de agradecer que exista una pequeña invitación del vecino a que nos muestre el hall de su mundo y nos remita, asimismo, al mundo de otros, sobre todo si ello coadyuva a la reflexión y al ejecercio del humanismo en su amplia acepción. No es que vaya a plantearle matrimonio al señor FMA, pero es de agradecer, incluso como soporte bibliográfico, que se moleste en hacernos ver que hay otras formas de respirar en estos secanos.
Les dejo debidamente saludados.

FERNANDO MARTÍN ADURIZ dijo...

Bien. Les animo a Anónimo y a Jesús a seguir insertando comentarios. Son un buen acicate para mí. Gracias de verdad

Jesús Robles dijo...

Nada, Fernando, usted tiene que decidir si es viento o montaña. El viento pasa, la montaña queda, con un poco de erosión, eso sí, pero la montaña siempre está.
Que la crítica porteril sea viento es un hecho, pero no debemos consentir que se haya convertido en montaña. Aquí debo entrar al trapo con una cuestión: no es endémico de Palencia el hecho de atacar lo ilustrado, yo no soy de aquí y lo he visto por otras latitudes. Lo digo por si acaso se plantea seriamente mudar el asentamiento.
Mis respetos.

FERNANDO MARTÍN ADURIZ dijo...

Lo del viento y la montaña de Jesús ha sido un descubrimiento. Con su permiso lo usaré...

Jesús Robles dijo...

Puede usarlo cuanto quiera.
Es una reflexión un poco oriental debida a la observación y a la búsqueda de las esencias. Dicho de otra manera: agarrándose al sosiego se observa lo que pasa inadvertido: las prisas conllevan un efecto secundario desalentador, casi como la crítica presta y el insulto pronto.