jueves, 28 de agosto de 2008

Juntos, nada más


 


 

«Lo que impide que la gente conviva no es la diferencia, sino la estupidez». Esta frase, sacada del libro de Anna Gavalda, Juntos, nada más, define la tesis central. Se trata de demostrar que es posible la convivencia, nada más. Sin los estereotipos históricos y sin los lazos a los que estamos acostumbrados, marcando una tendencia así de nuestra época, la cohabitación de personas diferentes, de edades diversas, de estados diferentes, que inventan nuevas formas de agrupamiento, o de re-agrupamiento tras las rupturas.

Vivir con alguien que es muy diferente es posible, no es ni un impedimento ni un handicap. No es preciso portar la misma sangre ni ser compañeros sexuales. Basta dejar atrás la estupidez.

Es un libro retrato de un momento de precariedad laboral, de caída de ideales, de ruptura de los lazos familiares. Un libro fiel reflejo de una sociedad, espléndidamente recibido por millones de lectores, y llevado al cine de la mano de Claude Berri. La autora, Anna Gavalda, ha sabido conectar con este público que dispone sólo de su curro, y de su cuerpo. Público desorientado, fugaz, que lleva vida líquida en la época de la modernidad líquida según el lema del líquido Bauman. Un público que se reconoce en los personajes del aristócrata tímido, de la intelectual artista que trabaja de señora de la limpieza, del cocinero viril que sin embargo se amarra a su abuelita cada semana para seguir siendo él mismo. Desarraigados del mundo, perdidos en la gran ciudad y solitarios sin desear serlo.

La autora escribe bien, rápido, y sus novelas, -estos días está en las librerías, El consuelo-, son recibidas con tal éxito, que ahora mismo es la autora francesa más leída. Ha sabido conectar con la estirpe de los derrotados que encuentran su triunfo como personajes literarios. Permite a los nuevos exiliados reconocerse en los personajes de ficción y saber que son un fenómeno social. En este sentido funciona como un cuento de hadas: en la vida pasan cosas, se sufre, se tiene hambre, nos abandonan, uno está perdido muchos años, pero eso mismo les sucede a muchos otros, y a pesar de las vicisitudes, hay happy end.

De hecho otro de los libros de Gavalda, Quisiera que alguien me esperara en algún lugar, colección de relatos breves, mantiene una atmósfera similar. En su primer relato titulado “Pequeñas ocupaciones germanopradinas”, una mujer que camina sola por Saint-Germain-des-Prés, se cruza con un hombre, se miran, y deciden quedar a cenar. Historias de rapidez, de solitarios que no precisan del bovarismo, expresión acuñada para definir la evasión hacia la fantasía debido a la insatisfacción, sino que pasan a la acción sin más dilación, que se juntan, sin más.

¿Y qué podría haber más allá de estar juntos? ¿Qué otra cosa desean los amigos, los amantes, los camaradas, sino estar juntos, sino juntarse?

En cualquier caso estoy de acuerdo con Gavalda, la estupidez es la causa de la ruptura de la convivencia, y no que seamos todos tan diferentes unos de otros. O tan iguales.

(In memoriam de Charo Sarabia, lectora habitual de esta columna).

 

 

 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Te refieres a la estupidez con respecto a nosotros mismos?

FERNANDO MARTÍN ADURIZ dijo...

La autora se refiere a la estupidez con los otros. Pero para ello previamente se ha de ser autoestupido.