La polémica por la presencia de representantes de
Consideran que los ciudadanos no debemos opinar sobre cuestiones científicas, en este caso médicas. Hoy se la agarran con los capellanes de hospital. Mañana con cualquiera de nosotros: antes nos evaluarán a ver si entendemos o no de ética. Y nos examinarán a ver si tenemos suficiente pedigrí científico. No entienden que de cuestiones que afectan a nuestra vida, a nuestros sentimientos, a nuestras opciones ideológicas, a nuestro modo de entender el mundo, podemos decidir y oponernos a sus protocolos médicos, a sus paradigmas científicos. Desde Heisenberg sabemos que ningún investigador, ningún observador de la realidad es ajeno al principio de incertidumbre
Privar a un sacerdote que habitualmente está inmerso en la conversación y en la ayuda espiritual con los enfermos, impedirle que opine en los comités de ética de los hospitales, lleva el marchamo la ciencia dogmática que nos espera y de la indefensión de los vecinos ante el coro de los que se extasían ante la supuesta exactitud científica, nuevo becerro de oro a adorar. Encima lo hacen por nuestro bien, por privarnos del oscurantismo de siempre. Van muy bien desorientados. Ellos son hoy el apagón.

Parece más acertado, aunque erróneo, el comentario de un editorialista del periódico más leído: “Considerada como institución,
En “La enfermedad del dogmatismo”, un profesor de Bioética parece acertar. Pablo Simón habla de requisitos para formar parte de los CAE (Comités Asistenciales de Ética), como el de no ejercer violencia para imponer el punto de vista o reconocer al resto como “interlocutores válidos en condiciones de simetría moral”. Luego el criterio de exclusión de un sacerdote, de un ciudadano de a pie –que han de estar y que es algo muy importante y que el autor señala así– no puede ser su creencia, sino su intolerancia, lo que invalida para formar parte de un comité de ética tanto a un sacerdote como a un médico, o a un jurista o a otro profesional aún cuando sea un especialista en bioética.
Y recuerda algo que el coro de los cientifistas olvida. Que el primer comité de ética asistencial de España lo crea un jesuita español, –al parecer un amante del pluralismo y enemigo del dogmatismo–, el P. Francesc Abel.
Luego el asunto es el dogmatismo y la imposición de argumentos, el creer que no existe el pluralismo moral, la incapacidad de muchos sujetos para dialectizar una decisión. Eso es lo que ha de contar, no si el ciudadano presente en el comité de ética es o no sacerdote.
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