jueves, 24 de abril de 2008

Figurantes


Persona sin ningún protagonismo en un asunto. Según el María Moliner eso es un figurante. Me envían una foto de militares chinos en formación. Van con trajes de monjes budistas en la mano dispuestos a disfrazarse de tal para comenzar una manifestación contra su propio gobierno. Esta función de figurantes me hace pensar en la infinita capacidad del ser humano para la figuración.

El animal no finge fingir. No sabe. Jamás emprende una huida para confundir. Su lenguaje es unívoco. Por muy sofisticado que pueda llegar a ser no pasa de ser un lenguaje de signos. Dice algo a alguien. Nuestro lenguaje es diferente. Tiene sus juegos como acertó a mostrarnos, rectificándose, el gran Wittgenstein. Juegos del lenguaje que explican paradojas como hablar para no decir nada. Juegos del lenguaje que rompen la idea de que el lenguaje sirve para comunicarse. Sirve a efectos de la comunicación tanto como a la incomunicación. Podemos servirnos del lenguaje justamente para no comunicarnos.

Ejemplos les hay todos los días en nuestra vida cotidiana. Sólo hace falta ver un Telediario para comprender bien el uso del lenguaje como instrumento para no comunicar lo que no interesa comunicar. O la función de un portavoz como hábil estratega para hacer llegar los mensajes de una manera o de otra. Como hábil simulador que sabe ocultar lo que no interesa decir en un momento dado.

Todo eso lo sabemos. Está muy bien. Pero, ¿disfrazar a militares con trajes de monjes tibetanos? ¿Enviarles a manifestaciones para hacer creer al mundo que los monjes tibetanos son malos malísimos?

¿No es demasiado? La foto ha sido captada a escondidas, el 20 de marzo, por la Agencia de Comunicación de Gran Bretaña, pasó por Italia y ahora circula por Internet.

Este empleo de militares chinos como figurantes de una gran representación me hace pensar en las muchas ocasiones en que nos hacen participar en eventos en los cuales simplemente vamos de figurantes, de relleno, de público, de comparsas. Bodas, actos sociales, reuniones en las que el guión exige la participación activa de figurantes, cuyo papel se limita a vestirse con unas galas que aportan credibilidad y verosimilitud a la cosa.

Gamoneda lo expresa mejor en el comienzo de una de sus poesías del Libro del frío: «Fingía un rostro en el aire».

Aprender a no ser figurante de nada ni de nadie, si no se quiere serlo, es una buena carrera.


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