jueves, 21 de febrero de 2008

Silencio administrativo



Toda carta tiene un claro destinatario: uno mismo. Dudé por ello un tiempo antes de escribir la Carta al Director que titulada ‘A Martín Aduriz’ se publicó este martes aquí, en el Palentino. Me pregunté cuál era el mensaje y si necesitaba decírmelo en público. Cuando iba a la radio encontraba respuestas de silencio incierto merced al silencio de los oyentes que escuchan a distancia la radio. Pensé en May Chaparro y su proverbial calma. Al final, un amigo me dio la pista: silencio administrativo es una forma de respuesta.

Pero otro me dijo: quien calla otorga, y no siempre se debe dar la callada por respuesta. Una no respuesta sí que es una buena forma de respuesta. Incomoda y molesta mucho a los niños, quienes creen aún que el silencio no es una buena manera de responder. Tardan en hacerse a la idea de que el silencio es una estupenda manera de dialogar. Podríamos seguir pensando en expresiones en torno a la respuesta a una carta, por ejemplo, se me ocurre ahora, en especial cuando entre amigos censuramos a alguien diciendo, se calló como un…Y ahí, el adjetivo no es reproducible.

Ahora bien, hay tipos de silencio. El silencio ‘sileo’ es un silencio que no dice nada, de muerte, un silencio mortal porque no hay nada que se pueda decir, es el de quien ha quedado enmudecido ante una carta o ante un acontecimiento. Normalmente los hechos que nos enmudecen son aquellos que tocan lo más profundo de nuestro ser, lo más inefable de nuestra existencia, por ejemplo, la muerte. El silencio ‘taceo’, por el contrario, es un silencio que supone algo tácito, es un silencio elocuente, como se suele decir. No contestar a una carta, puede ser de este orden, y no necesariamente de aprobar todo lo que en ella se dice. Por eso es una buena brújula saber que toda carta vuelve siempre sobre quien la escribe y en ese caso, hacerse el destinatario no es sino un robo.

Entendí que cuando hace unos días un tipo entró en mi blog y no quiso debatir allí mismo de cuestiones que son complejas para el gran público, sino que tras descubrir mis insignias, optó por enviar una carta al periódico con el que colaboro desde hace años, trataba de reafirmarse en sus creencias porque algo de lo que había leído en mi artículo le había hecho dudar. Me alegro de que fuera así. Discrepo con el medio elegido, pues los efectos colaterales de una carta así implican daño a terceros: aquellos quienes depositan su confianza en la palabra y la acertada conversación, y no exclusivamente en la química y en las moléculas.

Escribir artículos de opinión, tiene el objetivo confeso y no secreto de influir en la opinión. En mi caso de influir en la opinión pública ilustrada de mi ciudad con quien trato de hablar desde hace años bajo distintas fórmulas. Y a quien animo, pido, exijo que hable, que actúe, que haga de la vida del intelectual un camino menos cómodo: me dirijo a todos aquellos que leen, que leen prensa, libros, cine, arte. Que leen. Se hace obligado no dejar la atmósfera de pensamiento, la opinión de la calle en manos de los descerebrados. Hay que hacer el esfuerzo de abandonar el cultivo del propio jardín y salir al encuentro del debate, de la creación, del lazo social.

Un artículo de opinión no es un comentario. Pero las cosas hay que agarrarles desde un sesgo, por eso, no existen los comentarios no sesgados. Algo que olvidan con frecuencia quienes escriben cartas al director como consecuencia de la lectura de algún artículo de opinión. Elisa Docio, Tomás Martín, Jaime Esquete y otros compañeros de estas páginas saben muy bien de qué hablo pues suelen ser destinatarios de cartas cuyos lectores les acusan de hacer comentarios sesgados. Por supuesto.

Mi amiga Laura, me envió desde Madrid, donde estudia su segunda carrera, palentina ilustrada en la diáspora por tanto, un libro con un título sugerente: La interpretación del asesinato. Creo que el intento del tipo de la carta no era debatir sino asesinar. Ante su intento, el silencio administrativo hubiera sido un suicidio. Hoy con este artículo interpreto su intento de asesinato. Puede el lector seguir el debate de fondo en mi blog. Por lo que a mí respecta seguiré en esta columna la conversación con los vecinos ilustrados a quienes me dirijo. Les avanzo el título de la semana que viene, con el fin de recabar su ayuda, ya que conocen mi blog, y dónde tomo café, título que no puede ser otro que uno relacionado con la temporada de ebullición política en la que entramos: Jesús Mañueco.


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