jueves, 1 de noviembre de 2007

Affectio societatis


La affectio societatis es un concepto jurídico proveniente del derecho romano que se ha incorporado después, y que implica un tipo de vínculo societario capaz de aunar a los individuos en una empresa social común bajo el santo y seña de los mejores afectos, de la mejor disposición social.

Se sabe de cómo los grupos sociales, sean de la índole que sean, tarde o temprano entran en ebullición, y la visita de lo peor aparece.

Lo peor toma diversas modalidades.

En unas ocasiones entra en los grupos el veneno de la rivalidad feroz, y cuando esto ocurre ya no importan los objetivos del grupo, las buenas maneras, la educación, y todo vale con tal de seguir gozando en la rivalidad especular, que por definición es imaginaria.

En otras ocasiones alguien se constituye en la excepción y exige del resto privilegios de extraterritorialidad, en una versión de nuevos príncipes, que reclaman de los demás admiración, sumisión, y que comprendan el especial papel que han decidido tomar o que la historia les ha otorgado, príncipes o princesas que son personalidades y que como tal claman porque el resto les piden trabajo, dedicación al grupo, buena disposición…¡ellos son excepcionales!, y pueden entonces evitar cumplir con obligaciones como el resto e incluso no acaban de entender cómo ese lugar excepcional no es nunca suficientemente reconocido por el resto.

Advertidos de los problemas y conflictos que se suscitan en los grupos, muchos vecinos se sustraen de participar en grupo social alguno. Argumentan que están “muy liados”, que no disponen de tiempo. Pero sabemos que eso es semblante. Que si se quiere siempre hay tiempo.

No proliferan asociaciones culturales, de pensamiento, no se participa demasiado en asociaciones de vecinos, de padres, de ocio. Y es que, en ocasiones, la experiencia de haber participado en tales grupos no ha sido demasiado afectuosa. El recuerdo que se suele tener es el de haber asistido a demasiados enfrentamientos, a la lucha de “egos” continuada, a las facciones y a la postre a las dolorosas rupturas.

Es cierto que no se puede convivir con todo el mundo. Por ejemplo es muy difícil vivir con el egoísta recalcitrante, con el tacaño compulsivo, con el impostor invisible, con el celoso patológico, con el narcisista cotidiano. Cuando en un grupo social no se ha calculado previamente que tarde o temprano estos elementos van a aparecer y van a dinamitar la convivencia, se recibe el fenómeno con sorpresa o con la expresión de “hemos tenido mala suerte”, pero quizá haya que saber que lejos de ser fenómenos contingentes forman parte de la estructura de todo grupo porque forman parte de la esencia de nuestra constitución. Civilizar esos elementos, acordar poner límites a los vecinos peores, a los que enturbian la buena disposición social del resto, requiere del concurso del vecino ilustrado más advertido, del ciudadano que apueste firme por el lazo social y se proponga evitar los escollos que impiden las empresas sociales y el afecto que requieren.

La affectio societatis requiere de generosidad.

Y de bondad. Emilio Lledó, -que parece volver a la senda heideggeriana-, en un artículo periodístico, “Identidad”, se ha hecho eco de un reportaje de un semanario alemán con un título significativo: Malos tiempos para la bondad. Me gustaría recibir las cartas de los lectores de aquí a la próxima semana y escribir un artículo que llevara por título: “Malos tiempos para la bondad”.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

“Malos tiempos para la bondad”, pocas veces me encuentro un titulo que en si contenga todo un ensayo, poco queda que decir, el feroz culto al individualismo del siglo, deja pocos resquicios para que fluyan las relaciones, únicamente las interesadas, de tipo puramente mercantilista, encuentran un cauce, en cuanto aparecen términos como filantropía, bondad, inmediatamente levanta la cabeza la sospecha.
No es que corran malos tiempos para la bondad, en nuestra sociedad ese concepto está absolutamente desprestigiado, basta con mentar, por ejemplo, a Teresa de Calcuta o las ONG , para ver como asoma al rostro de nuestro interlocutor una sonrisilla descreída.
Ya sabemos que hay gente que “de puro bueno, es tonto” y podemos poner en duda todo, pero nadie quiere ser tomado por tonto, y eso en un país con una profunda tradición de “tontos del pueblo”, que no es que sea un alto honor, pero si un reconocimiento, y hoy por hoy, tener el reconocimiento de los demás, es mucho.

FERNANDO MARTÍN ADURIZ dijo...

Pero, tú piensas de verdad que son malos tiempos para la bondad?

Anónimo dijo...

Primero debieramos definir el concepto.
Los terminos absolutos como BONDAD, LIBERTAD, VERDAD, son muy líquidos y peligrosos, pero, puedes tener razón, puede que los tiempos no sean malos para el individuo bondadoso, porque siempre interiorizará la bondad, sin embargo, estarás de acuerdo conmigo, la bondad, la buena educación, la caballerosidad y otras "virtudes" antiguas, socialmente despiertan el recelo y la burla, dicen que tienen un tufo rancio.
Vivimos tiempos donde se ensalza al "lobo malo" por su arrojo y egoismo, y se estigmatiza al "cordero bueno" por su debilidad, aunque lo politicamente correcto sea lo contrario, parece que la calle discurre en el otro sentido.
Es un apreciación, pero me parece que se asocia la bondad al consentimiento pasivo, muy mal visto desde Cicerón, pues denotaba falta de caracter incompatible para un ciudadano, en tanto que la bondad activa, pasa siempre por ser interesada y por tanto no es bondad, sino estrategia.

Anónimo dijo...

Creo que el que sean malos tiempos para la bondad tiene que ver con los mismos malos tiempos para la comunicación: para que exista comunicación (bondad) necesitamos un emisor y un receptor utilizando un mismo canal, sin olvidar que esta tarea suele estar acompañada de ruido o interferencias (intereses personales, estrategia, vanidad etc.). Gestos generosos unilaterales llevarían al "de bueno es tonto" porque no hay un receptor en la misma onda, sino alguien que espera menos... o más.La bondad se convierte asi en un hecho poco menos que milagroso en nuestros días de exigencia, prisas e individualismo, porque precisa de mucha voluntad mutua que acalle esos ruidos. Y, sin embargo, no es infrecuente: usted escribe su artículo semanal, alguien lo lee y muestra su opinión, por ejemplo.

Anónimo dijo...

aCABO de mandar el artículo titulado MALOS TIEMPOS PARA LA BONDAD. he tomado nota de sus reflexiones, deLuis M y de m angeles. Gracias a los dos. A ver ahora si les gusta el artículo de mañana del PALENTINO