jueves, 11 de octubre de 2007

Mal de amores



No todos los males de amores son curables. Leyendo a García Márquez sabemos desde la primera línea de su novela El Amor en los Tiempos del Cólera que un mal de amores siempre deja un resto: "Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados".

Márquez ha contado que la inspiración de esa primera línea le vino de una novela de Ágata Christie, y que le costó escribirla sudor y lágrimas. Mencionar los amores no correspondidos encuentra siempre un eco universal, hasta el punto de que se hace prácticamente imposible encontrar a quien en algún momento de su vida no haya padecido este mal. Que como se sabe cursa con insomnio, llanto, largas conversaciones hasta el tedio con los amigos, desatención del trabajo, estado de nervios, y en muchas ocasiones intentos desesperados de solución vía alcohol, vía sexo exprés, vías bizarras varias.

Cuanto más amor fou se ha vivido, más amor loco, más amor pasión, más agudo es el mal de amores. Sthendal ya nos advirtió de los tipos de amor. En su magnífico Del amor, señala cuatro tipos de amor: pasión, buen tono, físico y vanidoso. Pues bien, del primero se espera, tarde o temprano, mal de amores. Los otros son más o menos curables, con cicatrices varias, pero cuando alguien ha vivido un amor loco, y de pronto se encuentra expulsado, despechado, el mal de amores no encuentra remedio ni bálsamo ni palabra que permita una salida.

Y lo peor para el enamorado es la tabarra que pega a su antiguo amor. No valen las recomendaciones de amigos y amigas de olvidarse. El olvido no cura tampoco. De hecho si además se ha leído a Gracián y su Arte de la prudencia, se podrá constatar que saber olvidar es más suerte que sabiduría, pues al decir de Gracián las cosas que hay que olvidar son las que más se recuerdan.

Quien padece mal de amores va a contracorriente de la época que vivimos. Si seguimos a Zigmunt Bauman y sus ideas de moda acerca de la modernidad líquida, las sociedades modernas contemporáneas se caracterizan por su precariedad e incertidumbre constante, las sociedades ya no tienen una forma sólida, sino líquida, cambiante, irreconocible. Es decir, que es la época del sexo rápido más que la época del amor. La época de la imagen y el ‘tírese después de usar’, más que la época de las palabras. Malos tiempos para los enamoradizos, que son tomados como unos plomos, sin remedio, incapaces de ir a la velocidad de los cambios de relaciones: cambio rápido de trabajo, de ciudad, de coche, de objetos, de partenaire.

Tampoco corren buenos tiempos para los coup de foudre, los amores fulminantes de que hablaba Sthendal. La vertiente amorosa va dando paso veloz a la vertiente del goce, solidaria del momento en el que prima la ecuación tiempo/dinero, frente a la ecuación hombres/ideas.

Quien padece el mal de amores, chica o chico, se queja de que faltan las palabras. De que en su relación se habló, o se habla, poco. La disimetría de los sexos encuentra aquí un ejemplo, cuando del lado femenino se exigen más palabras, el famoso “háblame”, “no me hablas lo suficiente”, mientras que del lado varón, se espera sobre todo ser amado sin restricciones, todo el tiempo, todas las horas. Un imposible.

Ni el tiempo, que todo lo cura, puede con el mal de amores. Pero tampoco se resiste mucho tiempo padeciéndole. Más bien se cede, en un conformismo irónico del que la enamorada, el enamorado, se jacta, como diciendo: “nunca nada ni nadie me retornará lo perdido”, en la secreta certeza de que el otro ha perdido más abandonándole, y en la certera sospecha de que el otro aún le ama. Y es cierto, pues la gran verdad de todo el enredo es que aún sin saberlo el otro aún le ama, dado que los sentimientos siempre son recíprocos, de ahí el escándalo de los amores no correspondidos. Aunque nada más erróneo para quien sufre del mal que insistir en demostrar a su antiguo partenaire que aún le ama, aún sin saberlo, e intentar convencerle haciéndose el amable. Craso error que le convierte en más objeto de desecho y de desprecio cuanto más lacrimógeno se muestra.

Por ello la posible cura del mal de amores si por algún punto discurre es por tratar de desequilibrar el catálogo fantasmático de quien le sufre. Lo que saben muy bien los amigos más despiertos de los afectados por el mal.

Publicado en DIARIO PALENTINO el 11 de octubre de 2007

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡ORGULLOSO DE MI PAIS Y HAS TA LOS HUEVOS DEL PP!

Anónimo dijo...

¡ORGULLOSO DE MI PAIS Y HAS TA LOS HUEVOS DEL PP!

ABRAHAM LÓPEZ MORENO dijo...

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