jueves, 21 de junio de 2007

Ramón Calderón



VECINOS ILUSTRADOS

Ramón Calderón


Nunca antes un palentino había presidido un club de fútbol como el Real Madrid. Se nota en la ciudad, cuando un palentino asoma en una responsabilidad, el orgullo de los vecinos, como si ellos mismos estuvieran así representados. Ahora que en su primer año de mandato ha conseguido un importante éxito, es aún más lógica la alegría, y la expectación.

Estos meses de Presidente, de seguro, le habrán servido para comprender el valor del símbolo, sin duda, y la difícil psicología de las masas. Si triunfó en las elecciones, y después, en los tribunales, y ahora con un título deportivo, no parece ser suficiente ante el poder del nuevo tirano que es la opinión pública en España, y ante el poder de los que opinan, los periodistas deportivos, y ante las reacciones de las masas ante el triunfo y la derrota. Porque el fútbol, ha pasado a ser un factor de la política, un dato a tener en cuenta, un elemento de la felicidad de los pueblos, y del uso de sus símbolos.

Bilbao, finales de abril. El Madrid está metiendo una soberana paliza al Athletic. Los aficionados, pocos, que seguimos al equipo somos tratados como símbolo, y no meros aficionados de un equipo de fútbol, y hemos de escuchar el clamor de todo un fondo que nos grita: ¡españoles, h. de p.! La señora de Badajoz que está detrás de mí, y que confunde a Cicinho con Reyes, no entiende nada, y al final del partido, cuando la policía vasca nos conmina a no salir de ‘La catedral’ para evitar males mayores, colocándonos a todos aún en peor posición, hemos de acompañar a un aficionado muy joven que ya recibió una paliza al ser del campo del Racing, donde también pudimos ver en vivo y en directo la mentira posterior de los informadores deportivos: nada más poner un pie en el parking, el autobús de los seguidores madridistas es apedreado, pero para las televisiones de los días posteriores se trataba de provocadores, de los ultras de siempre. Lo contrario de lo que había sucedido.

Nunca fue más agradecido el gesto de un Presidente de un equipo de fútbol que en La Romareda, cuando tuvo la deferencia de hacer lo que nunca antes había hecho un Presidente: bajar al campo a compartir unos segundos de ánimo con los seguidores que llevábamos tres horas calándonos con el calabobos maño, y felices por el ‘triunfo’ in extremis, idéntico al que sufrimos en el Colombino abrazados al padre de un jugador blanco. Ese gesto, que todos los seguidores deportivos de un equipo, agradecen siempre, sirvió para que todos se ensañaran con nuestro paisano Ramón, como si hubiera cometido un delito grave, cuando, -¿es demasiado pedir que se ‘lea’ el gesto?-, de seguro buscaba un interlocutor. Además, sin olvidar que, -al igual que en una cena con la peña que lleva su nombre en Palencia ya le escuché algo similar-, se puede resumir en lo que los psicólogos llaman las profecías de autocumplimiento, es decir, que el mero hecho de anunciarlas inicia el proceso para su realización.

Oí en los pasillos del Bernabeu los comentarios de los aficionados, en dos momentos muy sintomáticos: en el descanso del primer partido de Liga y en el último. Eran todos ventajistas, como los de algunos informadores, pues si llega la derrota, ellos triunfan, pero si llega la victoria, también.

He leído que Calderón busca cuidar los aspectos formales, con su idea de que 'en el Madrid nos debemos a la gente'. Y que “el Madrid es de todos, no tiene propietarios. Y sólo vende una cosa: ilusión”. Dice no haber sentido angustia sino “cierta indignación al descubrir que el género humano a veces no es muy bueno”. Creo que su elegancia y saber estar, su deseo de que le perdonen los éxitos, no va a ser suficiente, porque tiene que lidiar con toros muy enrevesados en la Corte. Desde Palencia sólo resta enviarle nuestro apoyo de paisanos y de vecinos. Y de recordarle que ha de traer al equipo a La Balastera, que alguna ventaja habremos de tener, mientras aguanta la presión diaria de los gozadores del lenguaje.

Trato de entender cómo se puede sentir nuestro vecino, hombre de leyes de formación, ante los tumultos, y los discursos que, se ve, gozan con el uso ilimitado del lenguaje y de las palabras sin brújula, el goce de hablar por hablar, un goce que invade y se desparrama a diario, portada tras portada. Le recomiendo en especial a nuestro paisano la lectura de Descripción de la mentira, de Gamoneda, cuando dice: «Y las palabras, fiebre bajo las tégulas, grumos retrocediendo, hieles que enloquecían bajo el disfraz del sueño, ¿qué son, qué hacen en mí cuando se ha extinguido la verdad?»


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