VECINOS ILUSTRADOS
Nunca antes un palentino había presidido un club de fútbol como el Real Madrid. Se nota en la ciudad, cuando un palentino asoma en una responsabilidad, el orgullo de los vecinos, como si ellos mismos estuvieran así representados. Ahora que en su primer año de mandato ha conseguido un importante éxito, es aún más lógica la alegría, y la expectación.
Estos meses de Presidente, de seguro, le habrán servido para comprender el valor del símbolo, sin duda, y la difícil psicología de las masas. Si triunfó en las elecciones, y después, en los tribunales, y ahora con un título deportivo, no parece ser suficiente ante el poder del nuevo tirano que es la opinión pública en España, y ante el poder de los que opinan, los periodistas deportivos, y ante las reacciones de las masas ante el triunfo y la derrota. Porque el fútbol, ha pasado a ser un factor de la política, un dato a tener en cuenta, un elemento de la felicidad de los pueblos, y del uso de sus símbolos.
Bilbao, finales de abril. El Madrid está metiendo una soberana paliza al Athletic. Los aficionados, pocos, que seguimos al equipo somos tratados como símbolo, y no meros aficionados de un equipo de fútbol, y hemos de escuchar el clamor de todo un fondo que nos grita: ¡españoles, h. de p.! La señora de Badajoz que está detrás de mí, y que confunde a Cicinho con Reyes, no entiende nada, y al final del partido, cuando la policía vasca nos conmina a no salir de ‘La catedral’ para evitar males mayores, colocándonos a todos aún en peor posición, hemos de acompañar a un aficionado muy joven que ya recibió una paliza al ser del campo del Racing, donde también pudimos ver en vivo y en directo la mentira posterior de los informadores deportivos: nada más poner un pie en el parking, el autobús de los seguidores madridistas es apedreado, pero para las televisiones de los días posteriores se trataba de provocadores, de los ultras de siempre. Lo contrario de lo que había sucedido.
Nunca fue más agradecido el gesto de un Presidente de un equipo de fútbol que en
Oí en los pasillos del Bernabeu los comentarios de los aficionados, en dos momentos muy sintomáticos: en el descanso del primer partido de Liga y en el último. Eran todos ventajistas, como los de algunos informadores, pues si llega la derrota, ellos triunfan, pero si llega la victoria, también.
He leído que Calderón busca cuidar los aspectos formales, con su idea de que 'en el Madrid nos debemos a la gente'. Y que “el Madrid es de todos, no tiene propietarios. Y sólo vende una cosa: ilusión”. Dice no haber sentido angustia sino “cierta indignación al descubrir que el género humano a veces no es muy bueno”. Creo que su elegancia y saber estar, su deseo de que le perdonen los éxitos, no va a ser suficiente, porque tiene que lidiar con toros muy enrevesados en
Trato de entender cómo se puede sentir nuestro vecino, hombre de leyes de formación, ante los tumultos, y los discursos que, se ve, gozan con el uso ilimitado del lenguaje y de las palabras sin brújula, el goce de hablar por hablar, un goce que invade y se desparrama a diario, portada tras portada. Le recomiendo en especial a nuestro paisano la lectura de Descripción de la mentira, de Gamoneda, cuando dice: «Y las palabras, fiebre bajo las tégulas, grumos retrocediendo, hieles que enloquecían bajo el disfraz del sueño, ¿qué son, qué hacen en mí cuando se ha extinguido la verdad?»
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