jueves, 17 de mayo de 2007

Comerciantes




Estos días un comercio palentino, Deportes Requena, celebra sus XXV años de presencia en la vida de la ciudad. Centenares de jóvenes han acudido este domingo a competir al parque de El Salón, un escenario mágico y todoterreno como se ve, –la gran obra de Carmen Espegel–, y al parecer, según publica este rotativo se preparan otros muchos eventos deportivos para conmemorar la efeméride. Ello nos da pie para escribir sobre el comercio palentino y su espíritu resistencial.

Porque veinticinco años son muchos años. Y hay muchos comercios en nuestra ciudad con el espíritu Requena, es decir: longevos y pertinaces.

Recuerdo los comienzos de esta céntrica tienda de deportes porque se iba a celebrar el Mundial de fútbol-82 y sus entonces jóvenes, felices e indocumentados responsables, Mariano y Requena, muy conocidos en los ambientes deportivos de la ciudad, querían aprovechar el tirón. Quizá lo que no sabían es que iban a tener otros muchos años por delante para vivir Olimpiadas, Mundiales, y para comprobar el ‘boom’ que ha supuesto la práctica deportiva en estos años, su buen nombre incluso entre especialistas de la salud que no se cansan de recomendar realizar alguna práctica físico-deportiva.

Tampoco sospechaban, seguramente, que nuestra ciudad iba a contar con unos responsables deportivos que iban a elevar el deporte y su práctica a paradigma de las cosas bien hechas, a convocatorias exitosas de público, a cercanía de la gente, a multiplicidad de deportes y de actividades deportivas para una ciudad tan pequeña como la nuestra. Responsables, con cabeza y acierto, como los Gerardo Cisneros, los López Arroyo, los García Ramos, los García Recio, por citar a los mejores y más conocidos, que han hecho de nuestra ciudad un ejemplo a exportar.

El caso es que veinticinco años más tarde, el mismo comercio sigue ahí, en el mismo lugar, contando con los mismos clientes que hace veinticinco años, a los que se han sumado todas las nuevas generaciones de gente joven que les visita y que apuesta, como rezan las publicidades de las instituciones, por comprar en el comercio palentino.

Poca gente sabe, que esa pequeña tienda, ha sido reconocida hace unos meses, en el transcurso de una gala nacional de una importante marca deportiva, como la mejor tienda de su marca en España. ¡Un comercio palentino, nombrado como el mejor de España de su especialidad!

Parodiando a Benet, el fracaso es un derecho inalienable. El fracaso del comercio palentino es su éxito diario: poder abrir sus puertas cotidianamente a la espera de que entren sus vecinos más próximos, con nombre y apellidos, mientras que el gran comercio de las grandes ciudades no recibe sino a gente anónima.

Si el comerciante palentino puede nombrar a su cliente, incluso conocer su talla y sus gustos, y de inverso modo, el cliente puede dirigirse a su viejo y pequeño comercio de siempre, porque allí sigue, inasequible al desaliento, sufriendo robos de vez en cuando, resistiendo la agresión de las grandes superficies y de los ‘simpáticos’ mercadillos, puntual en verano y en invierno, en vacas flacas o no, entonces el acto de comprar no es un momento frío y rutinario propio de las desangeladas almas que pululan por la gran urbe, y que tratan de llevarse un objeto a la bolsa, uno cualquiera que les cierre el deseo para una horas, sino que ir a comprar al comercio de la pequeña ciudad es un acto que estrecha el lazo social, es un acto de convivencia, de encuentro, de conversación. Es precisamente lo que dicen echar de menos los habitantes que se encuentran perdidos y exiliados en la gran ciudad.

Afortunadamente en Palencia, los vecinos podemos bajar a la calle y comprar en la tienda que sostienen con devoción nuestros vecinos, a la vez que conversamos con quienes tienen el enorme mérito de resistir, de aguantar, aunque también, eso si, podemos coger el coche y recorrer cientos de kilómetros para ahorrarnos unos céntimos de euro y contribuir a sostener, pobrecillos, el comercio de otros lares.

Quizá el pequeño comercio de las pequeñas ciudades un día morirá, y entonces una ristra de comerciantes anónimos teledirigidos a distancia, oscuros, y de sonrisa y técnica aprendida en el último cursillo, nos despacharán con rencor, mientras miran la hora de reojo. Pero hasta que ese día llegue, siempre nos quedarán París y el ejemplo de comercios como ‘Requena’ que dura ya veinticinco años sin morirse. Porque además, ya lo dejó dicho Borges en su genial Hombre de la Esquina Rosada, «para morir no se precisa más que estar vivo».

©DIARIO PALENTINO, publicado el 17 de mayo de 2007.

No hay comentarios: