jueves, 26 de abril de 2007

Candidatos





Tienen su mérito los vecinos que se aprestan a ser candidatos a las elecciones. Hay que destacar que en momentos de gran fragmentación social haya quien se proponga para representarnos bien en asociaciones vecinales o culturales, bien en instituciones políticas.

Los candidatos tratan de persuadirnos en estos días. He recibido la propaganda electoral de una formación. Propone acabar con el centralismo de las administraciones autonómicas. Es una chocante idea. Las CC.AA. nacieron, como se sabe, para luchar contra madrid-y-su-viejo-centralismo, pero como se intuía, Valladolid y otros lugares pasaron a ser nuevos templos del centralismo. Porque lo que nadie debiera discutir es la propia existencia del centro, allá donde esté, como lugar donde se toman decisiones. Hemos pasado del “lo que diga Madrid” a “lo que diga Valladolid”. Ahora bien, un buen chiste es pretender acabar con estos centralismos, para dar todo su poder a otros nuevos centros: los municipios. Y si no, mejor a los barrios, eso, a los barrios. Y dentro de los barrios, hay que descentralizar, quizá haya que ir pensando en dividir: San Pablo por un lado y Santa Marina por otro. Y nombrar director general de ordenación del territorio del barrio de San Juanillo Norte a quien acerque la política a los vecinos. Ionesco tiene todavía mucho que aprender.

La confusión entre cercanía geográfica, kilométrica y cercanía de hecho, lleva a querer tener cerca el poder. Pero el poder es semblante, necesita sus máscaras, y sus distancias protocolarias, por lo que da igual donde se ejerza, lo importante es el tamaño de sus disfraces.

Por otro lado la mala articulación de lo local y lo global, presenta sus propias bromas. Hay quien quiere impermeabilizarse a todo lo que viene de fuera, como esas comunidades estadounidenses que viven como en la Edad Media, o como esos nacionalismos que temen siempre al extranjero y pretenden creer que el intercambio, el mestizaje, y el baño de culturas es parable. Y hay quien pretende hacernos creer, que todo lo que viene de fuera, es tan bueno que, tarde o temprano, está llamado a sustituir nuestras más rancias tradiciones hasta deslocalizarnos subjetivamente a todos, como esos fenómenos psicológicos que sólo aparecen en los viajes.

Si en Francia, por fin, Le Pen ha pasado a mejor vida electoral, tras el susto de hace unos años, en que su victoria en la primera vuelta hizo que se movilizara la izquierda más exigente, incluso, apoyando a Chirac, en España mucho me temo que no van a pasar a mejor vida muchos políticos que llevan demasiado tiempo siendo candidatos. ¿Por qué esta insistencia en ser candidatos a la reelección? ¿Qué hace que un ciudadano quiera representar al resto una y otra vez? De las posibles respuestas, descarto las que conllevan un manto de sospecha, o las malpensadas, socorridas siempre. Me quedo con la erótica del poder como respuesta más generalizable a la motivación de los candidatos.

Ocurre que de tanto hablar de la erótica del poder en los medios periodísticos, ha pasado a ser como una moneda desgastada, una coletilla que se usa, pero que quizá convenga algún día detenerse a pensar en qué consiste exactamente. Como recuerda Fernando Colina al hablar del deseo de poder, el poder impregna el deseo e incluso le sirve de fundamento para su despliegue.

©Publicado en DIARIO PALENTINO, el 26 de abril de 2007.

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