jueves, 22 de febrero de 2007

Héroes


La tarea del héroe de nuestro tiempo no es menor que la de otros momentos de la historia. No son Palamedes descubriendo a Odiseo al estallar Troya e impidiendo su propósito de fingirse loco para no tener que acudir al combate. Eso es desenmascarar al impostor.

Pero no es solamente cuidarse de impostores, y de amigos del plagio, pues el héroe actual sigue siendo aquel que conociendo su destino adverso se dispone a asumirlo. Este rasgo, aceptar el destino, cual Aquiles, demostrar saber conformarse con el propio síntoma, y con los límites que impone la propia naturaleza, distingue al héroe actual, que ve cómo todo a su lado es espuma.

Es el héroe anónimo quien más nos llama la atención, aquel que presta su servicio y calla.

Hoy, Antígona, frente al mandato de los Eteocles y Polinices de cada día, es quien defiende valores morales frente a las reglamentaciones oficiales, en una elegante acracia, que es para nosotros la única luz frente al positivismo, el cientismo y el academicismo reinante.

Los Héctor y Heracles de nuestro tiempo pasan desapercibidos, y no hay que confundirles con los adictos al trabajo, los ambiciosos de toda clase, los narcisistas irredentos, pues toda esta serie demuestra que el otro no existe como diferente, sino que el semejante está ahí para competir con él, para rivalizar de mil modos.

Los héroes de nuestra época han de pasar desapercibidos porque en cuanto una televisión les descubre acaban convirtiéndose en pasto de la fama, y su heroicidad al traste.

Nuestros héroes anónimos tienen una misión: escapar del asedio de la mirada del Otro social. Es por eso que su refugio puede ser su propia casa en donde atienden a enfermos con abnegación, silencio y una paz interior a prueba de bombas. También actúan en las aulas, como maestros de niños bien que insultan, agreden, molestan. Y son héroes en su trabajo, en las empresas, aguantando la falta de reconocimiento, y la injusticia cotidiana, pero madrugando, esforzándose sin queja y laborando con denuedo, mientras van pasando sus horas.

Héroes sin nombre, que a veces salen de su anonimato por un día para figurar en reportajes como los que este rotativo publica los domingos, en una excelente idea llamada, “¿qué fue de…?”, pues ahí se ve cómo algunos pocos han logrado ser héroes anónimos durante toda una vida, y a cambio, la efímera fama de un reportaje al jubilarse.

Héroes que en ocasiones son condenados ante un tribunal por un delito que no han cometido, y aceptan con resignación su destino, sólo confortados ante sí mismos, a la espera de la lenta verdad. O que son acusados, y sin juicio, con el dictamen social del rumor o la infamia, sentencias infinitamente peores. Niños héroes, que aguantan en su infancia la figura de un adulto maltratador o reciben los abusos de quien menos se lo esperan. Padres héroes, que sufren en silencio el mal trato de un hijo de conducta imposible. Mayores héroes, que contemplan desde la atalaya de su edad el abandono de aquellos a quienes más amaron. Mujeres héroes, que soportan hombres imposibles, y viceversa.

Parafraseando a Lacan, héroes serían aquellos que pueden ser traicionados impunemente.

©DIARIO PALENTINO, publicado el 22 de febrero de 2007.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que, en realidad, presentas a un pseudo-héroe.
Siempre he entendido, que la labor del héroe es servir de hombre-(ó mujer ó dibujo animado) anuncio, que muestre los valores más apreciados por la sociedad en la que vive.
Esto contradice la labor del héroe anónimo, además, el tipo que describes, corrigeme si me equivoco, es del tipo ascético, no muy popular hoy por hoy, (conviene preguntarse, tambien, cual puede ser el referente actualmente) pero en todo caso, atribuyo la capacidad de publicitarse, junto con la clase de valores presentados, como las premisas fundamentales para crear un héroe.
Anonimato y heroicidad, creo, son antitéticos.

Anónimo dijo...

Lamento discrepar de luis m., el héroe por excelencia es el que describe Fernando en este artículo, no tiene nada de ascético, el héroe es en sí, exclusívamente, anónimo. Los de película, el Amadís de Gaula, son ficción y leyenda, los otros existen, pasan a tu lado y no sé muy bien por qué, pero en muchas ocasiones se adivinan y se les respeta. No hay que publicitarles. Gary Cooper, interpretaba, igual que John Wayne.

Anónimo dijo...

Para Anónimo:
Lamento insistir, pero el diccionario de la RAE. refleja:

Héroe:
1 m. Varón ilustre y famoso por sus hazañas o virtudes.
2. m. Hombre que lleva a cabo una acción heroica.
3. m. Personaje principal de un poema o relato en que se representa una acción, y especialmente del épico.
4. m. Personaje de carácter elevado en la epopeya.
5. m. En la mitología antigua, el nacido de un dios o una diosa y de una persona humana, por lo cual le reputaban más que hombre y menos que dios; como Hércules, Aquiles, Eneas, etc.

Todas estas acepciones, incluso la 2ª (Heroico:1. adj. Se dice de las personas famosas por sus hazañas o virtudes, y, por ext., también de las acciones.), incluyen el concepto del conocimiento público como parte fundamental de este concepto.

El héroe tiene que ser siempre excepcional, los otros a los que se refiere Ud. adivinándolos, para mí, son, sencillamente, buenos ciudadanos ó buenas personas, referentes de conducta en su pequeño círculo familiar y de amigos, pero para saltar de categoría tienen que ser extraordinarios, trágicos y públicos.

Anónimo dijo...

Todo no está en los libros...

Anónimo dijo...

Curioso comentario para una persona que, adivino, no devora libros, masticar resulta basto referido a la literatura, mas bien los degusta y bebe, y en abundancia.
Un saludo

FERNANDO MARTÍN ADURIZ dijo...

me gustan los comentarios; gracias de verdad.

Anónimo dijo...

No adivines, luis, no adivines. Medita que es mejor.

Anónimo dijo...

¿no son los héroes los 'justos' de Borges?

Un saludo.