Desidentificaciones
La belleza se soporta sólo si se
aviene a existir sin destruirnos. Para Rilke, con ella nacía lo terrible. Otro
tanto puede decirse de las identificaciones que nacen para armarnos a condición
de no destruirnos. Se empieza en la vida edificando una provisional identidad,
para en el momento de lucidez adolescente (si es que existe), deconstruir y
dejar caer lo que no encaja, esas actitudes, maneras y modos que otrora usamos.
La desidentificación es abandonar
esos rasgos tomados del campo de los Otros, constituyentes o influyentes. Si
bien han permitido una identidad durante la primera y la segunda infancia, si
bien posteriormente han sobrevivido a duras penas durante la pubertad, finalmente,
en la muda adolescente, se produce esa rebeldía que anuncia separación y cambios.
Después, esas señas de identidad, (por evocar a Juan Goytisolo y a su magnífico
libro homónimo) han llegado a la juventud deshilachadas, causando incomodo
molesto en la vida adulta. Es oportuno localizar su origen, fecharse su
procedencia, estudiarse y decidir su continuidad. Entonces, sólo entonces, se
abre la puerta del verdadero cambio psicológico, que no es la modificación de
la conducta (Tomasi de Lampedusa tenía razón en El Gatopardo), sino la
rectificación subjetiva.
El sujeto se atreve a rectificar
cuando ha logrado desidentificarse de todo lo “copiado” inconscientemente de
esos Otros que fueron fundamentales en su vida. Y puede caminar más ligero de
equipaje, aunque sea menos infatuado, o más seguro de sus propias limitaciones.
Este proceso psicológico de
desidentificarse de esos modos, estilos, pensamientos y maneras de vivir que no
sientan bien, es viable si se detecta que “hay algo que no funciona”, tal como justificara
Pierre Rey a Jacques Lacan como motivo para pedirle un psicoanálisis. El
disfuncionamiento se percibe cual piedra que se lleva en el zapato, cual mochila
pesada repleta de ideales ajenos.
Puede admirarse la belleza y
puede soportarse la belleza, si no es una carga imposible como pueden llegar a
serlo portar visiones y sueños foráneos. Las verdades de otros no tienen por
qué ser las propias. Panta rei.
Publicado en DIARIO PALENTINO el 28 de mayo de 2020
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