El debate de ayer en TVE, en La 2, en el
que participaba el psicoanalista de nuestra tierra José María Álvarez, a
propósito de la reedición de su agotado texto de éxito Estudios sobre las psicosis, me
pilla leyendo el libro que lleva por título ¿Qué
es la locura? De entrada, mejor la vuelta al término clásico de locura, más preciso y verdadero que el
sucedáneo que se fue imponiendo de enfermedad
mental. De hecho el final de ese debate televisivo concluye con esta
aseveración de Álvarez: “el loco que tiene conciencia de enfermedad no está
loco”.
Ya
Foucault en su celebrada Historia de la
locura en la época clásica decía que «la locura se distingue de las
enfermedades del cuerpo en que manifiesta una verdad que no aparece en éstas»,
y también que si la enfermedad no era la pérdida total de la salud, tampoco la
locura era la pérdida total de la razón. De hecho Sérieux y Capgras escribieron
en 1909 Las locuras razonantes para
demostrar la existencia de delirios interpretativos junto a una sorprendente conservación de las
facultades mentales.
Dar
al loco un estatuto de sujeto con el que conversar para ser secretario del alienado y acompañarlo en
las salidas y las estabilizaciones, en los enganches y desenganches de lo
social, es a fin de cuentas el latido de toda una corriente que viene del gesto
del médico Pinel encontrándose con el político Couthon, y liberando literalmente al loco de las cadenas,
gesto que inaugura la posible conversación con el loco, y el final histórico de
su reclusión encadenado en las mazmorras de aquel Bicêtre parisino de finales
del XVIII.
Pero
permanece aún, ha continuado siempre, otra corriente muy escéptica de la
conversación, que detesta escuchar a los locos, que de hecho evita pensar la
locura de otro modo que de una enfermedad mental, del cerebro, como si se
tratara de un tumor o una infección, un asunto de los genes o de la química.
Jamás entendieron el delirio como una tentativa de curación del propio loco.
El
asunto capital es que al ser considerados enfermos de la cabeza le sustraen de toda responsabilidad subjetiva lo que
acarrea su borramiento como sujetos.
Pero
la proliferación de las conocidas como psicosis
ordinarias, locos que no lo parecen, que no precisan de medicación, que
nunca se han desencadenado con un brote agudo, que pasan desapercibidas, que
son discretas, que están compensadas, las psicosis actuales, de formas y
envoltorios nuevos, hacen presagiar un cambio.
Sin
olvidar la locura cibernética, la
locura que navega por la Red, que chatea,
que tuitea, que watsapea. Locura que produce nuevos solitarios.
Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 23 de enero de 2014.
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