Faja o caja (y II)
El deseo de saber no se programa. No encaja en una
programación cultural de ninguna Caja de Ahorros. El deseo de leer no se impone,
por más autoritarios que se muestren padres y maestros. Las ganas de comprender
las razones de los otros no son innatas. El interés por la poesía o por la
ciencia escapa a los sesudos planes de estudios, pues acaban dependiendo del
deseo vivo de cada docente. El miedo de las vanguardias y de los creadores
siempre fueron las instituciones culturales.
Por eso impedir la muerte intelectual de una ciudad, tan
provinciana, pero con historia brillante como Palencia no va a depender de los
esfuerzos institucionales. Sin embargo crear un clima propicio para recibir en
una ciudad propuestas imaginativas es políticamente posible.
He recibido varias ideas esta semana tras la publicación de
la columna. Unas procedentes de los responsables políticos, otras de escritores
y poetas, de periodistas, de profesores,
de gentes palentinas interesadas en la vida cultural, en suma, de vecinos
ilustrados. Trato de encontrar la integral de todas ellas, que basculan entre
el desencanto resignado y el optimismo confiado en los ilustrados palentinos y
palentinistas.
La idea de “lugar pequeño, con buena gente” se
repite. También alguien me dice que “hay ocasiones en los que las
convocatorias son dignas de un auditorio repleto y las sillas vacías nos
delatan”. Sobra copia-rutina-repetición en nuestras actividades, que conllevan
la incapacidad de “generar un discurso propio” al decir de alguien. Y no puedo
estar más de acuerdo con nuestro lamento de que tenemos una diáspora palentina,
y así hay quien señala que “una buena parte de la intelectualidad palentina se
encuentra fuera de la provincia”. Es así, pero debemos contar con ellos, en
especial con los menos infatuados. Incluso, como alguien muy querido que
proclama que estamos “en tiempos de discurso único”.
¿Por qué interesaría situar este
asunto, como me indica alguien de la política entre “las prioridades de la
ciudadanía”? Quizá haya que tener en cuenta en el futuro lo que me aporta otro
amigo, escritor, “haría falta una iniciativa estrictamente privada”, apuesta de
otro por “el antiguo Ateneo de Palencia”. Me ha gustado quien empuja a la
acción ya, para “que las ideas no pasen desapercibidas”. Finalmente, alguien que sabe mucho cita a Julio Senador, “esta tierra
nuestra sigue en escombros”.
Me quedo con la idea de un intelectual
en la diáspora palentina: “apostar por una voz propia, tal vez provinciana
y hasta local”, y me pone el ejemplo de un Clarín o de un Plá, definidos así,
provincianos, pero que consiguieron un eco más allá de lo local. Si pensamos,
como dice un buen político, en “no caer en la rutina cultural”, a mi juicio
pensamos mejor que cuando fusilamos programaciones año tras año.
Al fin y a la postre se trataría de
crear focos que estimularan, que animaran, que contagiaran; es así como siempre
entendí lo que alguien propone para Palencia, esas “tertulias al mas puro estilo
Café Gijón”, en su vertiente de encuentro y apertura.
En el fondo empujar por una ciudad intelectualmente
viva es entroncar con el pasado, (con renovadores de la vida cultural palentina
como lo fuera un Becerro de Bengoa) tanto como impedir la lenta agonía que
puede aguardarnos.
Únicamente consumidores silenciosos,
gozando en silencio de los objetos del mercado, caminamos a una ciudad sin vida
intelectual, silenciosa y muy tranquila, pero con electroencefalograma plano. O
como recuerda Umberto Eco, un topos de la
indecibilidad.
VECINOS ILUSTRADOS, columna de DIARIO PALENTINO, jueves día 14 de marzo de 2013.
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