martes, 6 de noviembre de 2012

Sin contemplaciones



Escribí hace años una columna titulada 'Sin pamplinas', a partir de una frase de un libro de Bernardo Atxaga: «Así era la muerte, ésa era su forma de actuar. Sin pamplinas, sin contemplaciones. Llegaba a una casa y daba una voz: “¡se acabó!” Después se marchaba a otra casa». Desde entonces tengo memorizada esa frase y me encuentro soltándola de vez en cuando, pero hay dos palabras que siempre omito: sin pamplinas. Es decir, había olvidado justamente el título de esa columna. Así que hoy, uno de noviembre vuelvo a la carga.

La frialdad de la visita de la gran cita, evoquemos a Heidegger y su somos seres-para-la-muerte, es tal, que no sirven demasiado nuestros pueriles argumentos: aún es jóven, merece más tiempo, se acaba de jubilar, ahora se le ve feliz, ha luchado mucho, es injusto. Todas esas categorías son para hacer reír. Sin contemplaciones.

La última  novela de Trapiello, 'Ayer no más', me ha dejado una frase del fotógrafo Robert Capa: si una foto es mala es porque no te has acercado lo suficiente. Otro tanto podría decirse de ese no querer saber nada de nuestra constitución como seres mortales, de no querer acercarse. Muchos lo dicen de otro modo: nunca he pensado en la muerte. Muchos lo expresan asombrándose de que el otro, sea quien sea el otro, se muera, como si de pronto se cayeran de un guindo. Les falta la creencia en la muerte.

Lacan en su genial conferencia de Lovaina, accesible en Youtube, y altamente recomendable, lo expresó así: 'la muerte entra dentro del dominio de la fe', 'hacen bien en creer que van a morir', 'si no estuvieran sólidamente apoyados en la certeza de que hay un fin…¿podrían soportar la vida que llevan? ¿podrían soportar esta historia?'. Viene todo esto a cuento, en un día como hoy, que nos sirve para no escabullirnos de la realidad de la muerte, sobre todo por contemplar el dolor que produce la muerte de los otros, lo mal preparada que está la peña para asumir esa visita incierta, sorpresiva, sin contemplaciones. Y los estragos que produce en el equilibrio psicológico: 'no volvió a levantar cabeza' se suele decir de alguien tras la -otro error conceptual- pérdida de un ser querido. 

El asunto de perder a los otros, sin contemplaciones, conlleva dolor, y merecería ser mejor tramitado. Consolar es humano, pero es insuficiente. Hay que interrogar el dolor, y sin pamplinas.

Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 1 de noviembre de 2012.

1 comentario:

Vicent Llémena i Jambet dijo...

Creo, señor Fernando, que en esta ética actual del ¡goza hasta la muerte! ¡pero sin pensar! la idea de la muerte y del amor ha quedado muy arrinconada en viejas bibliotecas, a pesar de que aún hay quien escribe, sin vanagloriarse de ello y hace de su síntoma un proyecto de presente y por qué no, de futuro y pasado.
Y el miedo a preguntar por la muerte y por la vida o el amor es patente en las conversaciones cortas, insustanciales y de fas food.
Lea un poema de una amiga argentina con la que me escribo en mi blog:

Un poema tardío
Asomaste varias veces en mis vigilias y en mis sueños,
eras ese niño perdido que perdí dos veces,
aquel que buscaba mi mirada interrogante,
ese otro que huyó en oscura noche
en el tren carguero, solitario.

Anhelando tú encontrar tu musa inspiradora
y yo tu sabiduría inconclusa
nos rozamos en imposibles encuentros
nos perdimos en tantos desencuentros.

Hoy reapareces de una sutil manera
y desde más allá de la vida
señalándome en un océano de palabras huecas
esa pretendida palabra síntesis, inaudible.
Palabra indecible cuya búsqueda te arrastró
al más siniestro infierno
y te hizo escribir el más maravilloso
y mortal poema.

Hoy reapareces para advertirme que,
si esa palabra encuentro
o pretendo extraer de su condición de inefable,
una daga se hundirá en mi pecho,
aún sabiendo que el miedo no es la barrera
que pueda impedir a la daga su destino.

Como ve no todo está perdido, y hay quien se pregunta y se oye y escucha a la vez.

Un abrazo

Vicent Adsuara i Rollan