Ya de pequeña
apuntaba maneras. Sus iguales consideraban que su profundo manejo del arte de
meter el dedo en el ojo ajeno, iba a permitirla una brillante carrera, 'cum
laude', pues nadie como ella sabía señalar la falta en el de enfrente.
Estaba inscrito
en su programa inconsciente, que su elección de pareja iba a consistir en
absorber a un varón, secuestrarlo para sí misma, organizarle una estupenda
cárcel de puertas abiertas, esa de la que es más difícil salir huyendo. Estaba
escrito que lo que no había conseguido con los de su sangre, lo iban a pagar
los parientes 'políticos', quienes, ay pardillos no lo vieron venir, iban a ser
objeto de sus ataques sistemáticos, profundos, constantes, sin tregua.
Tarde o temprano
asumiría un título familiar: nuera. Al recibir tal nombramiento, ella ya sabía
que empezaba la fiesta. Su chico era suyo, sus hijos también, la casa, por
supuesto, y el orden y distribución de la misma, de su absoluta competencia, y,
por supuesto, nada de visitas sin cita previa.
Del trabajo, las
aficiones y los amigotes de su incauto contrario, ella se iba a ocupar
personalmente. Y si lo estimara pertinente podía usar de sus armas de mujer
para hacerle cambiar de trabajo, aficiones y amigos, si así fuera menester. Desde
luego, no sin teatro lacrimógeno, escenitas varias, y las consabidas astucias
incansables del amor propio. Su pasión era clara, montar un excelente
cortafuego: afuera el mundo, y dentro ella y los suyos, maridito y prole.
La nuera
gobernaría fiestas y festejos familiares con elegancia, su ausencia sería su
poderío, acudiría no yendo. Y de ir, aguafiestas.
Dispondría de
permitir a sus vástagos la visita a sus abuelos en función de criterios,
inexcrutables para los bonachones y castellanazos abuelos, que comenzaron
fardando de nuera, para terminar con alergias cuando alguien pronunciaba esas
cinco letras: n-u-e-r-a.
La nuera les
impedía contacto con su querido hijo y con sus queridos nietos, su diana había
hecho diez, ellos los impotentes, 'sin'; ella, la potente, 'con'.
TNG, trastorno de
nuera generalizado, podía ser parte del nuevo DSM V. Los papás políticos
desconocían que su misión en la vida consistía en sostener al retoño un tiempo
hasta la entrega a la nuera de marras, que dispondría en lo
sucesivo a su antojo del rey. De papás a 'papás políticos'.
¿El tratamiento aconsejado ante una nuera así?
Ajo y agua. Y mucho viaje.
Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 18 de octubre de 2012.
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