Impactado aún por
el alegato de 'El Brujo' en su obra de teatro 'Mujeres de Schakespeare', cuando
insiste en repetir dramáticamente que "sin amor no soy nada, nada, ¡nada!"...leo
el último artículo de Gustavo Martin Garzo publicado este sábado en EL PAIS.
Nuestro querido escritor, otrora psicólogo, que por cierto mañana estará en
Palencia en Casa Junco, donde presentaremos una Revista, -quedan avisados sus lectores, multitud en
nuestra ciudad-, ha vuelto a situar con una frase el epicentro del problema del
amor, cuando afirma rotundo que no somos dueños de nuestro deseos.
No sabemos lo que
deseamos, desconocemos fervientemente lo que nos mueve, ignoramos lo que causa
nuestro deseo con tal docta ignorancia que realmente nunca viene mal
preguntarse exactamente eso: qué deseamos.
Ocurre que esta
pregunta no podemos responderla con nuestra conciencia, con nuestro yo, no
podemos responderla después de algún cursillo o de unos estudios, por muy
sesudos que sean, ni en medio de un fervor de masas, siempre muy sugestionables.
Ocurre que esa pregunta sólo puede ser respondida en un ejercicio de honestidad
que nos divide. Por un lado, lo que deberiamos desear para actuar acordes con la
ley que nos rodea, y por otro, lo que en el fondo de verdad deseamos, más allá
de las convenciones sociales y de la elegancia cortés y educada que nos hace
ser amables y responder así a los requerimientos de nuestros semejantes.
Es a este lugar
ignoto, a ese nuestro sujeto del inconsciente a quien debemos dirigirnos como
auténtico dueño de nuestros deseos e interrogar su rigor lógico, su sabiduria
exacta. Cuestionamiento que no es un camino de rosas.
Decir que no
somos dueños de nuestros deseos es tanto como afirmar humildemente que no somos
propietarios de nuestro edificio, esto es, de nuestro cuerpo, que responde como
responde y cuando le viene a bien responder.
Decir que nos
somos dueños de nuestros deseos es reconocer con Schakespeare que "estamos
hechos de la misma materia que los sueños", y que por ello no podemos
vivir a espaldas de lo que soñamos y desconocer lo que cada noche soñamos, via
regia decía Freud, de acceso a nuestro inconsciente. Martín Garzo, fue lúcido
en su artículo, 'no somos dueños de nuestros deseos, por eso nos perturban. No es cierto
que nuestro cuerpo nos pertenezca, siempre pertenece a otro: a aquel o aquella
que lo hace despertar'.
Y Lacan mostró que el deseo es el deseo del Otro.
Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 20 de septiembre de 2012. Columna 'Vecinos Ilustrados'.
No hay comentarios:
Publicar un comentario