martes, 14 de septiembre de 2010

Volver, volver


Resulta que la vuelta al trabajo, a la rutina, a casa, muestra un reguero de problemas. Se vuelve a constatar que irse, escaparse, no soluciona demasiado, pues nos llevamos puesto al principal responsable de nuestros desaguisados, y aunque le despistemos con nuevos paisajes, nuevos no-horarios, diferentes relaciones, él no se fía, y aunque pone buena cara sabe que en el fondo se saldrá con la suya, dejando para la vuelta el volver a poner las cosas en su sitio: todo va a seguir igual que siempre, erre que te erre, repetición tras repetición, misma vida, mismos cabreos, mismos tics, mismas rutinas, mismo carácter. Mismo todo. El muy cuco aguanta agazapado en vacaciones, pero al regreso vuelve a las andadas.

Septiembre trae mismos propósitos, mismos deseos de apuntarse a nuevos cursos, mismas colecciones en los kioscos, mismos usos y costumbres.

Volver, volver, la rentrée es la rentrée. En septiembre empezamos el año.

¿Qué me espera a la vuelta? Esa incógnita que agobia los últimos días de vacaciones se despeja rápido. No espera nada original porque lo esperado es una repetición como un castillo, una ola de repetición. Salir del hartazgo de uno mismo sólo es posible con otra receta que no lleva en su prospecto la vacación sino un deseo decidido de cambio.

Son ejemplares quienes se tiran a la piscina y se transforman, quienes dicen basta y sorprenden a todo el mundo con decisiones inverosímiles motivadas por el deseo de emprender, de crear algo nuevo, o por el amor. Los mejores se encuentran entre quienes se tomaron su tiempo para comprender y después para concluir.

Se sabe que es difícil escapar de algunas cárceles sin barrotes. Enclaustramientos laborales, intelectuales o amorosos atan con cuerdas invisibles y con nudos indestructibles mucho más de lo que suponemos, y aún cuando nacieron con fuerza e ilusión en su momento, hoy pueden ser una losa para el desarrollo, la felicidad o el deseo de vivir. Y además en más ocasiones de lo supuesto son una mera ficción, un semblante hueco, han muerto, y lo sabemos. Septiembre puede ser un buen mes para la ruptura interior, silenciosa y sin testigos, que no tiene por qué coincidir con la ruptura laboral, intelectual o amorosa, que puede continuar. O no.

Reinventarse, cambiar, dar un giro a la vida cuando se tornó mortecina, supone un acto valiente. Muy valiente.

Publicado en DIARIO PALENTINO, el jueves 9 de septiembre de 2010.

2 comentarios:

Anónimo 7 dijo...

Gracias a su artículo me acuerdo de una frase de Navokov en Lolita: "¿Por qué creía que seríamos felices en el extrangero? Porque un cambio de aires es la falacia tradicional en la que creen los amores -y pulmones- condenados".

Perdón si la frase no es exacta.

FERNANDO MARTÍN ADURIZ dijo...

efectivamente