jueves, 27 de noviembre de 2003

Panoptismo


Panoptismo

En este tiempo está de actualidad en nuestra ciudad la visita a la cárcel. Se ha escrito sobre el número de visitantes –vivimos una sociedad contable, cualquier fenómeno es ante todo contado, llevado a la cifra, a la estadística-. Se ha escrito acerca de los ilustres que la habitaron, -en especial Miguel Hernández, cuyo máximo experto es Julián García Torrellas, autor del libro Miguel Hernández en la cárcel de Palencia, (Astrolabio-Caja España, 1992), que constituye un ejemplo de trabajo de investigación fruto del buen hacer del joven historiador palentino, libro que comentaremos más adelante-. Se ha hablado de Santiago Viñuelas, el último ajusticiado en Palencia –un testimonio, el suyo, sumamente interesante para los psicopatólogos- y su última noche en la cárcel palentina con un sacerdote carmelita –un testimonio pleno de humanidad: “…le hubiera dejado escapar…”-. También se ha escrito acerca de una apasionante historia de amor –fugazmente descrita en un excelente artículo, “Requiem por la cárcel de Palencia” (Diario Palentino, 25-5-03) de Mateo Pinilla-, en fin, también se ha hecho alusión al morbo –habría que precisar qué no es morbo-, y en definitiva hay como una curiosidad por conocer algo que se escapa, que no ha estado presente en la mirada de los palentinos sino desde fuera, e incluso quienes la conocieron desde dentro por unos motivos u otros desean volver allí, seguramente al reencuentro con algo perdido, a lo Proust.

Un titular periodístico, ¡Todos a la cárcel!, define el estado emocional de una ciudad, de unos vecinos con interés por ilustrarse, por encontrar la letra, el símbolo escondido de un edificio que ha sido desde 1899 hasta 1997, un vecino ilustrado de nuestra ciudad.

Mi descubrimiento ha sido saber que está construida según los principios arquitectónicos del panóptico de Bentham (1748-1832), circunstancia que ha sido muy bien descrita en un libro de los arquitectos palentinos González Delgado y Muñoz González, Palencia, Guía de Arquitectura, (Colegio de Arquitectos, 2001). Allí describen la edificación con los términos de sobriedad lingüística, -todo un concepto propio de arquitectos ilustrados, de poetas-arquitectos-, de «…pregnancia de sus volúmenes maclados, coronados por un maravilloso panóptico…».

Michel Foucault en Vigilar y Castigar dedica un capítulo al panoptismo. Allí describe cómo el panóptico de Bentham se concibió para múltiples instituciones de control social: hospitales psiquiátricos, escuelas, fábricas y cárceles. Jeremias Bentham quería insuflar humanidad a las cárceles, pero Foucault describirá el uso real de las ideas ilustradas de Bentham. Las instituciones utilizaron el propósito de dar luz con la finalidad encubierta de continuar de otra manera el ejercicio de la vigilancia. Así, existía en el proyecto una noción clave: el vigilante podría mirar a todos sin ser mirado nunca. Esto daba un poder extraordinario y economizaba la función: un único vigilante en la torreta central de cualquier institución bastaba para el control. Foucault lo definía así: «Basta entonces situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda a un loco, un enfermo, un condenado, un obrero o un escolar». Es decir, que se vislumbra que el proyecto panóptico pretendía modificar los principios del encierro de los siglos anteriores, dando luz frente a las sombras: pero la visibilidad es tramposa. La consecuencia del panoptismo era inducir un estado de visibilidad para permitir el ejercicio automático del poder. En definitiva el Programa Panóptico, de cuya ligereza se asombraba el propio inventor, Bentham, buscaba la observación individualizadora. La justificación profunda de Foucault no tiene desperdicio: «El que está sometido a un campo de visibilidad, y que lo sabe, reproduce por su cuenta las coacciones del poder; las hace jugar espontáneamente sobre sí mismo…se convierte en el principio de su propio sometimiento».

La cárcel de Palencia con su arquitectura panóptica demuestra la concepción del uso del castigo y la vigilancia. Pero las modernas tecnologías correctivas, entre las que Foucault incluía la figura del psicólogo –para entender esto nada como la reciente película Días de fútbol-, no evitan que la prisión más que cumplir la mera función de castigo legal ejecute el poder disciplinario de vigilar.

Hoy hay nuevas y sutiles formas de vigilancia social y de control. Una de ellas es sin duda el teléfono móvil. Nos hemos propuesto unos a otros una nueva manera de observación y control. El teléfono móvil viene a funcionar como un panóptico extendido a todos los individuos. Se hace obligado justificar por qué no se ha cogido el teléfono. Se precisa demostrar cortesía al ponerse en contacto con las personas que llamaron, las llamadas perdidas. Se torna obligado explicar dónde se está en ese mismo momento: la explicación geográfica, situacional es persistente en todas las conversaciones a través del móvil puesto que antes no era preciso dar ese tipo de explicaciones –aunque solía deslizarse en la conversación la obviedad ¿dónde estás? cuando alguien llamaba a casa-. Todos ellos requisitos de control, de observación.

El panoptismo en nuestra ciudad, emblematizado en la Cárcel Modelo de Palencia es también la huella de un intento de luz, de ahí que nos haya legado a todos un vecino ilustrado y su destino futuro, sea cual fuere, no podrá ya nunca desvincularse aún queriendo de su pasado. Y también la definición e incluso los debates acerca de los futuros usos debieran de estar teñidos del peso de la historia de una cárcel, para no olvidar nunca que fue, sobre su planta de cruz griega, cárcel con panóptico.

©DIARIO PALENTINO. VECINOS ILUSTRADOS. Publicado el 27 de noviembre de 2003.

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