jueves, 9 de febrero de 2006

La Reina de los Quesos


La Reina de los Quesos


Ese flamante título le fue otorgado hace años por un periodista de este rotativo a Ciri, de Quesos Ciri. ¿Fue una exageración? A fuer de lo que se ha visto recientemente tras el adiós a Ciri no lo parece. Su óbito ha puesto de manifiesto su ‘reinado’ en la Plaza de Abastos durante décadas y el largo séquito de amistades que se han beneficiado de su bondad, sencilla y llana.

Realmente era Ciri una vecina muy conocida y muy querida. Y si viene a esta columna es por la deuda que ha dejado entre muchos otros vecinos que tuvimos la suerte de recibir de ella el ejemplo de lo impagable de su bondad. El saber hacer con los otros era superior a su capacidad para la venta de queso, como si vender queso fuera una gran molestia por tener que pedir algo a cambio. Por eso los niños siempre han sabido que Ciri tenía a mano, gratis, una loncha de queso para saborear. Muchos, hoy adultos, lo recuerdan.

Cofradía de la Vera Cruz, CEAS, vecinos de Castromocho y Dueñas, vecindario, familia extensa, grupo de amigas...Ciri ha dejado un reguero de gentes que van a recordarla siempre como alguien representante de lo que es ser buena a carta cabal. Incluso en sus últimos días estuvo más pendiente de dónde alojar a los familiares que vinieron a verla desde otros países que de ella misma.

Me han contado anécdotas de su vida en donde se puede ‘leer’ claramente que su generosidad rozaba la oblatividad: personas que se han cobijado en su casa, parientes que recibieron su ayuda en momentos difíciles, incluso novios que salieron en ese día de su casa para casarse porque no disponían de otra cerca o novios que celebraron en la casa de Ciri su banquete de bodas, hogar permanente y lugar de acogida. Como lo fue durante décadas su despacho de la Plaza de Abastos sujeto a las inclemencias del invierno palentino de los cincuenta y sesenta, lugar de vida, de encuentro de unos y otros cuando pasaban por Palencia.

Ya Baltasar Gracián decía de la bondad aquello de que «uno no puede ser tan bueno que, a su costa, permita a otro ser malo». Y ciertamente es un problema social difícil de resolver porque tal y como el propio Gracián señala «nada es más fácil que engañar a un hombre de bien». Ocurre que al fin y a la postre el ejemplo que dan las personas buenas acaba por mantener en pie todo el edificio social. Y normalmente es de los niños y de las personas mayores de donde viene el ejemplo paradigmático de la bondad. Y el ejemplo de saber ilustrado que dejan vecinos de Palencia como Ciri, es la enseñanza de que es preferible, a efectos de la felicidad humana, optar por no mirar en las miserias ajenas para no despertar las propias. Un equilibrio puesto a prueba a diario, por lo que exige una disciplina férrea para ‘no entrar al trapo’ en las innumerables ocasiones en que unos a otros nos ‘citamos’ para ser, como dicen los niños, ‘malos, malísimos’.

Lo complejo de todo esto saben qué es. La dificultad de la gente buena, hasta decir basta, es que su actitud es contagiosa, se ‘clona’ en los que le han rodeado. Y muestra un camino muy dificultoso, máxime en un mundo tan hostilizado como el que vivimos, donde lo asombroso es que haya tantos y tantos vecinos ‘buenos de solemnidad’, repletos como están de perplejidad ante las ‘faenas’ de los otros. Faenas que para ellos son inexplicables e injustificables; no les entra en su razón que la gente se porte tan mal, es un imposible de digerir dada la madera de que fueron fabricadas estas gentes buenas. Algunas son de otro tiempo, pero al irse dejan el ‘virus’ bien extendido en las próximas generaciones.

©Diario Palentino. VECINOS ILUSTRADOS. Publicado el 9 de febrero de 2006.

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