Castelao, el gran
escritor gallego, lo dijo muy escueto: "Si queres seguir sendo home, non
imites a ninguén". Y Lacan dejó otra perla, "hagan como yo, no me
imiten". Pero qué difícil es no acabar imitando a alguien, o no terminar
siendo una perfecta fotocopia de uno mismo, clon aburrido del personaje que se
es para los otros.
Ocurre que cada
uno ha ido almacenando rasgos de los otros, y eso siempre es sin darnos cuenta,
de suerte que el inconsciente está repleto de los rasgos de los demás, para
bien o para mal. Exigir no imitar a nadie es un buen lema, pero imposible de
cumplir para los niños, que son grandes imitadores hasta el esperpento en algunas
edades.
Pero es cierto
también que cada uno porta desde su nacimiento lo inimitable, los rasgos que
nunca jamás nadie podrá imitarnos, lo más auténtico, la zona menos abierta a
ser multiplicada, ese lugar tan original que llega a ser nuestro punto más
difícil de enunciar gramaticalmente.
El gusto por ser
originales no es por ende muy original, puesto que todo el mundo quiere ser
original, razón por la cual mejor 'hacer piña', o si se quiere, mejor construir
junto a otros, sea cual sea la empresa en común que nos una.
Si Castelao
animaba a ser distintos unos a otros en ese su 'non imites a ninguén', lo hacía
por las mejores razones: acentuar la diferencia es alfombrar una sociedad menos
intransigente, más abierta, menos masa.
Quiero decir que
lo mejor es no tener miedo a la diferencia, y lo que hay que temer como un
nublado es a la publicidad creciente por las fórmulas iguales para todos, que
anulan las diferencias y borran la subjetividad e impiden la búsqueda de lo
inimitable de cada uno. Sólo hay que ver la pelí de Kubrick, 'La naranja
mecánica', para captar adónde conducen las técnicas que allí se aplican. O la
pasión por los protocolos que obligan a transitar por circuitos idénticos a
todos, se sea quien se sea.
A veces incluso,
alguien, seguro de sí mismo, se pone como ejemplo para los otros y se pavonea
de ser objeto de la admiración y de la copia de sus semejantes. Si nos topamos
con algún especímen así, masculino o femenino, hay que huir como la peste, pues
sólo producirá espejos deformados,
pensar diferente es más rápido.
Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 15 de noviembre de 2012.
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