Ejercita en mí mismo sus furores, escribió el poeta. Así se comporta la ansiedad, cual rayo que no cesa. No puede con ella ni el ansiolítico, ni el consejo bienintencionado, ni los aprendizajes respiratorios.
Otrora se la llamó angustia, Angst, (miedo, en la homónima novela de Stefan Zweig). Pero con el tiempo a la angustia se la prefirió llamar ansiedad, y de ese modo, tomando la manifestación exterior solamente, se pudo ubicar un fármaco, ansiolítico, que puede suprimir (temporalmente) los síntomas exteriores de la angustia interior. De ahí que no cese, porque la angustia tiene sus motivos, subjetivos, que la razón no entiende. Si la angustia permanece, la ansiedad no cesa.
¿Y de dónde procede la angustia? Pues lo que angustia está en relación al Otro, a sus posibles intenciones, a sus secretos, a sus noticias temibles, a lo inquietante de lo incierto, al desasosiego del vivir, a las sorpresas desagradables conocidas y por conocer, a lo tenebroso, a los repetidos malos encuentros en la vida, a los accidentes del viaje, a ese soltar el control porque son otros quienes nos conducen, nos transportan.
La ansiedad se relaciona con la espera, (que siempre tiene algo de espera ansiosa). También con el pánico, ante la emergencia de una imagen extrañamente familiar, ora de horror, ora de un cuerpo fragmentado. También con tener que elegir. Y desde luego cuando falta la falta, cuando se tiene de todo.
Pero la ansiedad hace acto de presencia junto a malas compañías, ante los deseos caprichosos e impredecibles de un Otro cercano que nos atemoriza, de un Otro que sabe muy bien cómo angustiarnos.
Por ello el mejor antídoto para la ansiedad no es ni la pauta, ni el ansiolítico, sino el atrevimiento decidido a autorizarse en los propios deseos, y la construcción de una agenda propia, sin dependencias, esclavitudes, ni servidumbres voluntarias. Los ex ansiosos lo dicen así: "un día me rebelé, dije basta".
A la ansiedad se la combate desenvolviéndola, interrogándola, investigándola. Causando una conmoción en los sujetos angustiados, quienes tan sólo pudieron expresarse a través de ese síntoma de la ansiedad. Por eso suprimir el síntoma no es suficiente.